martes, 30 de abril de 2019


El desorden de tu nombre



Novela de Juan José Millás de hace años en la que los personajes se identifican a nada que comienzas su lectura. Un triángulo amoroso en el que las carencias toman cuerpo y mal disimuladas perduran a lo largo de los capítulos. Editor enamorado de la esposa del  psicoanalista que le trata. Esposa que empieza a darse cuenta del precio a pagar por haber renunciado  a su progreso laboral y personal en aras del triunfo del esposo. El amante, preso y perseguido por unas cacofonías leninistas a las que no logra desterrar de sí. Psicoanalista que tiene como meta alcanzar las cumbres del poder político que le han prometido sin pasar por el tamiz del examen que le faculte como funcionario. Madre de la protagonista que le recrimina a su hija la falta de atención hacia la figura de su marido y  que en el fondo aplaude la osadía que a ella le faltó para actuar de modo similar con su esposo. Miedos vestidos de sport para dar un toque permisivo a  los discretos encantos de la burguesía que se resiste a romper amarras y lanzarse a la aventura.  Aventura a la que se atreve un secundario que hace gala de vivir como le da la gana  sin cortarse un pelo y quizás escondiendo temores. En fin, una ciudad como Madrid escogida como marco ideal sobre el que desarrollar este argumento que pide a gritos un guion cinematográfico. O vete tú a saber si ya vio la luz en aquellos años ochenta en los que los vodeviles más o menos enrevesados vieron la luz dejando un poso de ironía agridulce como bajada de telón. Se lee bien. El hilo no se pierde en ningún momento  y deja claras las puertas de salida hacia un desenlace que quizás no esperas.  Millás  se viste de radiólogo y pespuntea el interior de unos personajes insatisfechos y acomodados. Posiblemente algunos de los rasgos nos suenen lejanos y algunas actuaciones excesivas. Poco importa si de lo que se trata es de aportar una visión maniquea del quiero y debo. Al final es como si esperases una prolongación, una segunda parte, un retorno para comprobar cómo han encauzado las consecuencias de sus actos quienes no vivían la plenitud de una vida. Muertos vivientes que transitan tan a menudo alrededor de cualquiera de nosotros  que podrían perfectamente ser algunos de los aquí dibujados. No, no descubriré el final. Que cada quien se anime los diecisiete capítulos y tome partido por quien más se le asemeje.

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