El desorden de tu nombre
Novela de Juan
José Millás de hace años en la que los personajes se identifican a nada que
comienzas su lectura. Un triángulo amoroso en el que las carencias toman cuerpo
y mal disimuladas perduran a lo largo de los capítulos. Editor enamorado de la
esposa del psicoanalista que le trata.
Esposa que empieza a darse cuenta del precio a pagar por haber renunciado a su progreso laboral y personal en aras del
triunfo del esposo. El amante, preso y perseguido por unas cacofonías
leninistas a las que no logra desterrar de sí. Psicoanalista que tiene como
meta alcanzar las cumbres del poder político que le han prometido sin pasar por
el tamiz del examen que le faculte como funcionario. Madre de la protagonista
que le recrimina a su hija la falta de atención hacia la figura de su marido y que en el fondo aplaude la osadía que a ella
le faltó para actuar de modo similar con su esposo. Miedos vestidos de sport
para dar un toque permisivo a los discretos
encantos de la burguesía que se resiste a romper amarras y lanzarse a la
aventura. Aventura a la que se atreve un
secundario que hace gala de vivir como le da la gana sin cortarse un pelo y quizás escondiendo
temores. En fin, una ciudad como Madrid escogida como marco ideal sobre el que
desarrollar este argumento que pide a gritos un guion cinematográfico. O vete tú
a saber si ya vio la luz en aquellos años ochenta en los que los vodeviles más
o menos enrevesados vieron la luz dejando un poso de ironía agridulce como
bajada de telón. Se lee bien. El hilo no se pierde en ningún momento y deja claras las puertas de salida hacia un
desenlace que quizás no esperas. Millás se viste de radiólogo y pespuntea el interior
de unos personajes insatisfechos y acomodados. Posiblemente algunos de los
rasgos nos suenen lejanos y algunas actuaciones excesivas. Poco importa si de
lo que se trata es de aportar una visión maniquea del quiero y debo. Al final
es como si esperases una prolongación, una segunda parte, un retorno para
comprobar cómo han encauzado las consecuencias de sus actos quienes no vivían
la plenitud de una vida. Muertos vivientes que transitan tan a menudo alrededor
de cualquiera de nosotros que podrían
perfectamente ser algunos de los aquí dibujados. No, no descubriré el final. Que
cada quien se anime los diecisiete capítulos y tome partido por quien más se le
asemeje.
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