Obsesiones
Quedas
en “Tinta de café” con los amigos,
llegas puntual, pides una cerveza, te aproximas a las estanterías, echas en
falta a las gafas de cerca y eliges al azar. Pasa el tiempo y en casa echas un
vistazo a la contraportada. Vaya, una novela policíaca ambientada en Nueva York.
A ver, a ver, vale. Agentes a ambos sexos compartiendo desvelos, intentando
compatibilizar su vida personal con el desorden de horarios que el trabajo les
impone y una persecución de un
desconocido delincuente siguiendo las pistas habituales. Nada nuevo, por lo que
se ve. Ah, sí, un prostíbulo como primer escenario de la trama, unas peleas
entre chulos y clientes, algo de sexo telefónico y unos traumas escondidos que
guardan turno hasta el final de la novela. En medio, un burgués arquitecto en
constante movimiento que aprovecha sus viajes para solazarse los bajos del
mejor modo que su cartera dispone, su mujer sospecha y su rutina dictamina.
Nada nuevo, por lo que se sigue viendo. Por un instante crees intuir cómo las
cámaras de un inmediato capítulo, de una inmediata serie televisiva, empiezan a
desplegarse por las parrillas que conforman las avenidas neoyorquinas. Tú, a lo
tuyo. Lees como si la sorpresa te estuviese aguardando en el capítulo siguiente
y a falta de palomitas que llevarte a la boca sobrevives en la nadería de la
historia. Comprendes que Evan Hunter se
ha trajeado con el mejor esmoquin de barman que tiene y decide ofrecerte un cóctel
de profesional. El único problema está en que las supuestas exquisiteces revestidas
de torpes sedas literarias, lo único que te producen es resaca. Lo de buenos
que son lo son, malos que no lo parecen e inocentes que no lo saben, hace
tiempo que dejó de sorprenderte y ya no tienes remedio. Sumas esta obra a la
lista de obras que no te dejarán tatuajes en tu recuerdo y tomas la mejor de las
decisiones que el epílogo te podía ofrecer. Volverás a “Tinta de café”, claro
que sí; volverás a solicitar una cerveza a Noelia mientras llegan tus amigos;
volverás a acercarte a las estanterías repletas de libros. Pero esta vez y
todas las siguientes veces las gafas de cerca irán contigo a modo de salvavidas.
Ellas se encargarán de guiarte por los anaqueles y acabarán aconsejándote sobre
la elección más acertada. Probablemente
entonces descubras que existen obsesiones más creíbles. Saber disfrutar de la buena
lectura, sin duda, es una de ellas.
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