viernes, 5 de abril de 2019


1. Valentina y Santiago


Cuando los veo parapetados sobre la valla verde que protege a la Umbría no puedo por menos que derivar la imagen a la plaza de toros del recuerdo. Plaza de toros televisiva que provocaba la pausa a las faenas del campo y conseguía vaciar las calles desde la llamada de las antenas de los bares. De ahí, de su devoción vitigudina, le remite el sobrenombre, y de ello hace gala. Postura erguida en su paso mientras a su lado Valentina trasiega las hogazas hacia la despensa. Latidos acompasados con la pendiente como si de ellos exprimiesen el tic tac de los peldaños de su existencia. De la esquina orientada hacia el castillo sus miradas pasean por la senda de los tiempos pasados y del horizonte extraen el balance de todos ellos. Dentro de nada, antes de que el sol decida mostrarse inclemente, bajarán hacia la huerta en busca de los frutos que las aguas cristalinas cobijaron. Subidas y bajadas al lento discurrir de aquellos que desconocen el valor engañoso de la urgencia. Demasiadas veces han sido testigos en primera línea de cuanto significado tiene los reveses y desde hace tiempo pausaron sus ritmos. Él, retallará los sobrantes en los olivos de la conversación para darle sentido a la charla que le salga al paso. Ella, volverá a preguntar de corazón por el bienestar de los que te son cercanos y de tu respuesta lucirá la sonrisa que le caracteriza. En nada que se den cuenta, la higuera les recordará la llegada de una nueva estación. Las noches se poblarán de infantiles gritos entre juegos inocentes y ellos dos revisarán para sí el calendario de una inmediata reunión con todos los suyos. Seguirán posicionándose sobre el tendido del coso a la espera de la siguiente lidia. No pasarán por alto las faenas y sentirán dolor en su piel como si las banderillas del sufrimiento las quisieran evitar y cargarlas consigo. Sonarán clarines, trompetas, timbales. Unos pases de pecho saldrán al ruedo para dejar constancia de su tesón y de su mismo pecho brotarán los avisos. Y llegado el momento supremo de la suerte final, el estoque de acero dejará paso al de madera. Serían incapaces de herir por muy fiero que se mostrase el morlaco del infortunio y lo tuviera merecido. Aquellas tardes en las que el sobrenombre quiso adoptarlo, dejaron huella, perduran y siguen testificando un modo de hacer llamado verdad.

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