P.A.C.M.A.
Partido Animalista Contra el Maltrato Animal, para quien todavía
desconozca el significado de las siglas. Así se anuncian y en base a ello la
curiosidad salta al ruedo en busca de respuestas. Y si ese ruedo metafórico se
viste de mesita con altavoz repetidor de consignas en mitad del cruce de dos
calles atiborradas de gente, mejor que mejor. Oyes, escuchas sus proclamas, te
aproximas. Ves como una señorita educadamente reclama tu atención y te ofrece
la posibilidad de formar parte de aquellas firmas adheridas a su causa. Has oído
algo al respecto. Sabes que están en contra de las corridas de toros, de la
caza y en general de todo lo que suponga maltrato hacia los animales. Y en ese momento
te llega desde el cofre de la memoria la estampa de aquel que sigilosamente
situado en su tractor en mitad del sembrado decidió convertirse en custodio de
sus cosechas. Cosechas de cereales de las que estaba dando cumplido final la
superpoblación de jabalíes de aquella época. Recuerdas cómo los cartuchos de su
escopeta ejercieron con la misión encomendada. Y entonces te aproximas al
burladero que la acera te ofrece y lanzas la pregunta. Te observa extrañada y
de reojo te envía a su compañero para que te saque de dudas. Metros más allá,
unos silenciosos enmascarados lucen carteles demonizando el consumo de carne.
Nadas en un mar de dudas. Ni eres cazador ni excesivamente carnívoro. Así que
nada de ello te lo puedes tomar como una afrenta personal. Sigues a la espera
de la respuesta. El tiempo pasa, las firmas siguen goteándose sobre la carpeta
y te dices a ti mismo que ya te informarás al respecto. Horas más tarde,
buscas, lees, analizas y deduces. Observas cómo la esterilización de machos y
hembras se plantea como remedio. Es tan sencillo que no entiendes el porqué de
tanta tardanza en llevarla a cabo. Se capturan a los machos, se reclaman a las
hembras, se les administran los anticonceptivos y problema resuelto. Es
entonces cuando regresas mentalmente al palomar de Palma de Mallorca, vuelves a
enfundarte el caqui, y te remuerdes la conciencia por haber aplicado un método
diferente a las prolíficas voladoras mensajeras.
Eras un mandado, y solamente esa excusa te libra de la penitencia. Para
consolarte buscas a Dylan , le das paso a “Man gave names to all animals” y la
paz regresa a ti.
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