1. Maricruz L.
En ella se resumen las virtudes que para muchos de
nosotros suelen ser inalcanzables. Podríamos catalogarla de paciente, empática,
sacrificada, tenaz…y aún quedarían en el tintero un sinfín de adjetivos que la
buscarían como destinataria. Ella, que ha sabido amamantarse en las esencias
supremas de la ironía, es capaz de revertir cualquier situación por extrema que
aparezca. Seguramente el tránsito incesante por los parajes de las bellezas
naturales le ha asignado el papel de hada madrina de las voluntades del tesón.
Asume el timón de una nave convencida de las
posibilidades de navegación que tiene por más que de lejos algunos
quieran apreciar fisuras en la quilla. Ella reconoce la dirección de los
vientos y expande a los mismos las cobardías nacidas de las indecisiones. Mira
hacia las aguas como si de ellas rescatase las verdades que a tantos otros se
les escapan sin ser conscientes de ello. Maneja desde la cuna el valor exacto
del vocablo preciso a cada ocasión que se ofrezca. Busca en la diferencia la
igualdad y en el silencio las respuestas. Y las consigue, alienta, dignifica y
luce. Como si de su mismísimo nombre tallase en letras forjadas inoxidables el
concepto de victoria, rechaza las plegarias lastimeras, aboga por los repiques.
Sonreirá ampliamente cada vez que la proximidad de los latidos le ruegue
desplazamientos y se verá una más. Labrará desde su mirada los surcos de un
campo para muchos yermo al que dará vida sembrándolo de cariño. Afluente del Pisuerga,
en su discurrir hacia poniente, verá de nuevo la luz por mínima que se
manifieste la llama de un ocaso al que le niega razones. Nació a la
primogenitura con el único motivo de mostrar cómo encarar a la vida cara a
cara. Y en ello sigue y en ello perdura. Anudará de azules el lazo, pero será
un lazo lo suficientemente intenso para evitarles traspiés a aquellos que el
resto del tiempo lo calzan de un modo diferente. No permitirá el paso al
rencor. Su vida está encalada de blanco y por nada del mundo permitiría que los
tiznes negros llegaran a ella. Hoy el día se abrió entre las nubes y claros que
su imagen prestó sin pedirle permiso. Poco hubo que esperar para que regresara
a ocupar el hueco merecido que toda persona cargada de bondad merece. Si alguna
duda le llega, solamente tendrá que revisar la jugada y comprobar que al V.A.R.
obedece siempre la razón.
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