Alejandrín
J.
La primera imagen que me regresa fue aquella respuesta
que dio en la escuela a mitad de mañana. Se acercaba la Navidad y Alejandrín
dijo que pediría a los Reyes Magos un gorro de policía. Premonitoria, sin duda,
su vocación. Y aunque la brevedad que el infortunio impuso no le permitiese
ejercer como tal, ya se le adivinaban dotes de mando y querencia hacia los
uniformes. La marcialidad parecía viajar de modo forzado con su atuendo que a
todas luces avanzaba modas. Lo que para muchos fue actualidad pasado el tiempo,
para él resultaba obsoleto, caduco. Claro exponente del lema juvenil que a nada
teme al optar por vivir deprisa, probarlo todo y los etcéteras que le siguen.
La pausa no iba con su estilo de enfocar los días. De sus rizos podían
deducirse las fórmulas precisas encaminadas a la superación de los miedos y el
rechazo absoluto a las vergüenzas que de sus neuronas nacían. Clon de Marc Bolan,
retaba a las correcciones desde las plataformas que lo ascendían desde el
Guitón en un intento no disimulado de provocación hacia los status quo
imperantes. Indomable capaz de enfrentarse a los retos más atractivos que
repudiaban los avisos del peligro. Boina verde que se embarcó con todo el
equipo hacia un salto impuesto en contra del Alisio desértico que ofrecía su
pulso. Maspalomas impuso su ley y el zinc selló a perpetuidad el arrojo de quien
nada se negaba. Probablemente los porfíricos pasos que año tras año dirigían los
compases matutinos pregoneros de la fiesta tuvieron como finalidad rendirle el
homenaje que del dolor suele manar cuando lo irreversible se hace patente. Probablemente
las tardes en las que Alejandra se asomaba al Soto y miraba hacia el Cerro de
San Cristóbal guardasen para sí el penúltimo suspiro que la pena de una pérdida
enhebra de luto. Sea como fuere, aquel de vosotros que sienta curiosidad por
conocer algo más del significado que tiene el arrojo, que baje hacia San Blas y
espere. La voz callada de Vicente dejará constancia clara de cuanto significa
haber sido testigo en primera línea de todo lo expuesto. Será el notario definitivo
que selle un testamento vital que hace años, cuando éramos unos críos,
Alejandrín tuvo los arrestos suficientes para abrirlo y dejar que el destino
jugase sus bazas. Esta vez el viento de Levante seguro que se muestra más misericordioso con
el paracaídas en su descenso.
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