Antes de que el otoño venza
A las ilusiones, a las esperanzas, a las alegrías y consiga
desde su trono enorgullecerse por su victoria, pido a la palabra que acuda en
mi auxilio. Una palabra que sea capaz de mitigar los estados de ánimo que la
volubilidad del alma acarrea sin permiso entre los surcos dolientes del existir.
Palabra que compadecerá a quien sienta el peso del olvido caer como losa
sepulcral en la tumba del sentir a la que acuda lo definitivo. Palabra que
llegará para evadirse a otros nidos que ansíen compartirla cuando descubran que
les buscaba. Niégome la caridad de enmudecerme si con ello trazo las líneas
correctas por ser perennes las tizas que
le dan vida. Pido sin esperar para que la espera juzgue por sí misma a la
lealtad que notó escasa. Suplico que cuando llegue el camino de vuelta, los
mojones que se fueron diseminando, regresen de las cunetas y orienten mis pasos
que acomodarán zancadas a brevedades. Ya se encargará la memoria de renacer en
la sombra de aquellas piedras regresadas en las que fui dejando lo que, sin ser
mío, de mí nació y proporcioné. Ya poco importará el juicio postrero de quienes
se compadezcan de este aprendiz de poeta al que raptó la cordura. Cómo
repudiarlo si fue capaz de quitar de mis pasos los más negros presagios que el
duelo anticipa. Juro que sentí como sienten los solitarios cuando son
rescatados de la isla Soledad. Y así
busqué en las nimiedades lo que ignoraban portar en la travesía infinita que
las noches proporcionan. Pido la palabra desde la paz del corazón apaciguado
consigo mismo para poder seguir bombeando nimbos que decoren los azules pues he
refugiado en las cavernas las conveniencias pudorosas que resistieron ante la
propuesta de cambio. Han meditado y seguro que en la siguiente oportunidad
forman centurias desde la que ofrecerse para ser inmoladas en pos de la
contemplación de la belleza que no osaron disfrutar. Poco importa ya a este que carece de corduras
el intento en reconvertirlo al camino del bien. Nunca doblegó su latir a los
despóticos juicios que quisieron ningunear a quien no se dejó arrastrar. Y para
que así conste, hago testigo al compañero que cargó sobre sí todo el fardo de
imponderables penurias como caritativo buhonero de sí mismo. Pido la palabra,
porque sé que la paz, hace tiempo que me fue esquiva. Se fue para no regresar
siguiendo las huellas de los desamores que éste a quien llaman loco dejase
perder.
Jesús(defrijan)
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