jueves, 30 de enero de 2014


Antes de que el otoño venza

A las ilusiones, a las esperanzas, a las alegrías y consiga desde su trono enorgullecerse por su victoria, pido a la palabra que acuda en mi auxilio. Una palabra que sea capaz de mitigar los estados de ánimo que la volubilidad del alma acarrea sin permiso entre los surcos dolientes del existir. Palabra que compadecerá a quien sienta el peso del olvido caer como losa sepulcral en la tumba del sentir a la que acuda lo definitivo. Palabra que llegará para evadirse a otros nidos que ansíen compartirla cuando descubran que les buscaba. Niégome la caridad de enmudecerme si con ello trazo las líneas correctas por ser perennes  las tizas que le dan vida. Pido sin esperar para que la espera juzgue por sí misma a la lealtad que notó escasa. Suplico que cuando llegue el camino de vuelta, los mojones que se fueron diseminando, regresen de las cunetas y orienten mis pasos que acomodarán zancadas a brevedades. Ya se encargará la memoria de renacer en la sombra de aquellas piedras regresadas en las que fui dejando lo que, sin ser mío, de mí nació y proporcioné. Ya poco importará el juicio postrero de quienes se compadezcan de este aprendiz de poeta al que raptó la cordura. Cómo repudiarlo si fue capaz de quitar de mis pasos los más negros presagios que el duelo anticipa. Juro que sentí como sienten los solitarios cuando son rescatados de la isla Soledad.  Y así busqué en las nimiedades lo que ignoraban portar en la travesía infinita que las noches proporcionan. Pido la palabra desde la paz del corazón apaciguado consigo mismo para poder seguir bombeando nimbos que decoren los azules pues he refugiado en las cavernas las conveniencias pudorosas que resistieron ante la propuesta de cambio. Han meditado y seguro que en la siguiente oportunidad forman centurias desde la que ofrecerse para ser inmoladas en pos de la contemplación de la belleza que no osaron disfrutar.  Poco importa ya a este que carece de corduras el intento en reconvertirlo al camino del bien. Nunca doblegó su latir a los despóticos juicios que quisieron ningunear a quien no se dejó arrastrar. Y para que así conste, hago testigo al compañero que cargó sobre sí todo el fardo de imponderables penurias como caritativo buhonero de sí mismo. Pido la palabra, porque sé que la paz, hace tiempo que me fue esquiva. Se fue para no regresar siguiendo las huellas de los desamores que éste a quien llaman loco dejase perder.  

 

Jesús(defrijan)

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