miércoles, 22 de enero de 2014

¿Cómo atar al viento que te mece?
Si  en él moran tus ilusiones y el paso del tiempo ha sido incapaz de depositarlas en tierra firme. Ni sabes ni jamás has querido descender a la mortal norma punitiva para con los sueños que mecen tu día a día. Por más que has buscado respuestas  que aportasen lazos en los que empaquetarlos, has concluido dichosa ante la solución no encontrada. Era tu otro yo el que precisaba seguridades que en absoluto te daban firmezas y queriendo mimetizarte con los otros te autoengañabas en las pausas en que las pasiones tomaban descansos. Has nacido para dar y compartir y tú lo sabes. Por eso la volátil armadura que te calzas deja rendijas por las que los vientos ajenos se cuelan sin tu permiso. Y das palos de ciego ante quien no entiende que el verdadero ciego es él, incauto absurdo, que inmaduro se muestra al querer aceptarse adoptado por tu seno. No le perteneces y no encuentra el camino al que llevarte por saberte en el precipicio de la no posesión. ¡Pobre infeliz! Nació para disponer voluntades y es incapaz de ver que la tuya libera lavandas a tu paso y sólo el permiso de libarte tiene la abeja golondrina que acaricia tus pétalos. Te tendrá solamente en las migajas que quiera tu alma depositar a tus pies para que sacie en ellas su necesidad de ti. No ha entendido, no quiere entender, renuncia a dar fe de cuánto de ti le lega el desaire que expandes desde la ballesta del desprecio. No intentas dañar y eso te salva de colgarte el cartel de verdugo aun sabiendo sobradamente que los reos están dispuestos a inmolarse por ti. Naciste para el amor y cuando te llega en minúsculas lo lanzas por la borda para que recapacite  sobre el errado tino de su propuesta. Diosa del templo en el que Afrodita no supo librarse de los celos que le provocaste al verse relegada por tu excelsa imagen. Nacerás al placer porque naciste para ser plácidamente complacida y cuantos más intentos ejecutes para resultar común, más extensa será la distancia que separe a tus dos mitades. Lanza los inciensos a la rosa de los vientos para que ella se encargue de proclamar ante quienes no te han tenido, que tú, vestal de cuya sombra nacieron los celos, que tú, has sabido dar respuesta a la pregunta que buscaba encerrar los nacidos de ti. De ninguna manera, porque el nudo se desharía obediente para que tú, ninfa del manantial del vate, sigas vagando a tu antojo.
 
Jesús(defrijan)

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