¿Cómo atar al viento que te mece?
Si en él moran tus
ilusiones y el paso del tiempo ha sido incapaz de depositarlas en tierra firme.
Ni sabes ni jamás has querido descender a la mortal norma punitiva para con los
sueños que mecen tu día a día. Por más que has buscado respuestas que aportasen lazos en los que empaquetarlos,
has concluido dichosa ante la solución no encontrada. Era tu otro yo el que
precisaba seguridades que en absoluto te daban firmezas y queriendo mimetizarte
con los otros te autoengañabas en las pausas en que las pasiones tomaban
descansos. Has nacido para dar y compartir y tú lo sabes. Por eso la volátil
armadura que te calzas deja rendijas por las que los vientos ajenos se cuelan
sin tu permiso. Y das palos de ciego ante quien no entiende que el verdadero
ciego es él, incauto absurdo, que inmaduro se muestra al querer aceptarse
adoptado por tu seno. No le perteneces y no encuentra el camino al que llevarte
por saberte en el precipicio de la no posesión. ¡Pobre infeliz! Nació para disponer
voluntades y es incapaz de ver que la tuya libera lavandas a tu paso y sólo el
permiso de libarte tiene la abeja golondrina que acaricia tus pétalos. Te
tendrá solamente en las migajas que quiera tu alma depositar a tus pies para
que sacie en ellas su necesidad de ti. No ha entendido, no quiere entender,
renuncia a dar fe de cuánto de ti le lega el desaire que expandes desde la
ballesta del desprecio. No intentas dañar y eso te salva de colgarte el cartel
de verdugo aun sabiendo sobradamente que los reos están dispuestos a inmolarse
por ti. Naciste para el amor y cuando te llega en minúsculas lo lanzas por la
borda para que recapacite sobre el
errado tino de su propuesta. Diosa del templo en el que Afrodita no supo
librarse de los celos que le provocaste al verse relegada por tu excelsa
imagen. Nacerás al placer porque naciste para ser plácidamente complacida y
cuantos más intentos ejecutes para resultar común, más extensa será la
distancia que separe a tus dos mitades. Lanza los inciensos a la rosa de los
vientos para que ella se encargue de proclamar ante quienes no te han tenido,
que tú, vestal de cuya sombra nacieron los celos, que tú, has sabido dar
respuesta a la pregunta que buscaba encerrar los nacidos de ti. De ninguna
manera, porque el nudo se desharía obediente para que tú, ninfa del manantial
del vate, sigas vagando a tu antojo.
Jesús(defrijan)
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