sábado, 25 de enero de 2014


Voces teñidas

De nuevo ocupaba el rincón olvidado en el que la compañía del silencio de voces se apiadaba de él y venía en su auxilio. Aquí, en esa atalaya de miradas hacia sí, había conseguido el reducto  desde el que sosegar los bríos que pedían aires vestidos de golondrinas. Poco importaba  el bullicio si en él se diluían los tonos monocordes de las monotonías. Había enmascarado a inocentes voluntarios para prestarles una vida con la que quizás no soñaban. Allí vivían un paralelismo de interiores que resultaría harto difícil de explicar o comprender si fuesen capaces de descubrirse. La osadía lo había  llevado a los límites en los que la imaginación campaba a sus anchas como bajel a la deriva en el cabo de Buena Esperanza. Podía percibir en los timbres de sus voces la querencia hacia el personaje y los colores imaginados en sus atuendos. Sabía que  el batán de sus nombres listaba a las tonalidades que jamás comprobaría. A sus pies la fidelidad descansaba como guardiana de aquel que tenía como compañero. En su mutuo acuerdo no firmado ambos se guiaban en la maraña de existencias que las diferencias agitan hacia las compasiones. Y mientras tanto a modo de incienso, el aroma del recién molido venía a santificar la nave de la catedral en la que oficiaba la religión de los sueños. No tardaban en degustar entre ambos la mitad del todo que compartían. Sabían que el acto reduciría a brevedades  las tragicomedias calladas que pulirían con finales abiertos a los entreactos reales. Voces comunes que se saludaban desde la cortesía y a las que receptivos insuflaban esperanzas nacidas desde el pecho reflectante. Voces que hablaban de resignaciones, de amores incipientes, de renuncias, de cosechas. Voces a las que se aferraba este pulcro afinador de teclas blancas extraídas del mudo piano de su voluntad. Y en esas brevedades eternamente repetidas  la pausa tenía certezas. Su yo externo repartía plácemes mientras su gemelo interno ideaba rostros allá que los posos testificaban el réquiem sobre la tumba de loza. Entonces, erguían sus cuerpos a la par y a la par marcaban el paso que el bastón proaba. Fuera, el aire traía riegos recientes y con ellos los aromas que acabarían dando marco a la postal de vivencias que entre ambos habían teñido desde las oscuridades. Un día más, los pasos que separaban aceras de esquinas, llevarían sus huellas. La función de hoy había concluido y un nuevo borrador se estaba diseñando desde donde sólo se diseñan las verdades.   

Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario