Pedazos
“Esta
noche en la que los sueños usurpan el lugar al sueño el desvelo ha venido en
auxilio de mí, pobre infeliz que vago solitario sin tu presencia. Y en un acto
generoso ha comenzado a dictarme las letras que presurosas quieren llegarte
como si no supieses suficientemente que tú las dictas sin saberlo. Tú, que
acaricias las vocales que configuran mi nombre haces a este deudor de tu amor,
esclavo de tu dicha. Porque en ella radica la felicidad que nacida de ti a mí
me llega y a ti regresa en un constante virar de emociones calladas. Eres capaz
de extraer sonrisas a los lutos que se empeñan en vestir las envidias que los
incomprensibles esparcen. Naces cuando el invierno amenaza con cubrir de nieves
a los corazones y en ti la primavera se deposita de eternidades. Río contigo
porque contigo la expresión dichosa sale a la luz de la mañana desde el brillo
de tus ojos. Y en ellos se van formando las olas que incitan a adentrarse en el
mar de sueños por cumplir que invitan a la travesía a estos náufragos que nos
adoptan cuando estamos ausentes. Razón de la sinrazón más necesaria que el aire
para no asfixiarme de silencios. Rasgo
los calendarios por innecesarios jueces
de finales justicieros y añado días a meses carentes para alargar nuestros
comunes. Naciste para ser amada y el destino tuvo el consuelo hacia quien alza
el mérito de amarte. Muero por vivir hacia atrás para renacer en ti desde ayer
y para siempre……” Y en ese
momento el timbre sonó. El remite de aquella a la que estaba remitiendo tenía
un sabor diferente. Algo le aportaba inquietud y con sumo cuidado abrió la
misiva. Desde la incredulidad que todo enamorado considera ajena, el adiós se
presentaba definitivo. Minutos después la inmovilidad dio paso al desconcierto
y éste a la desazón. Quiso responder desde los dictados de la ira y cientos de
intentos acabaron rasgados. Recuperó la calma. Concluyó la carta que había
comenzado horas antes con “………..acábala tú como mejor consideres, y si
decides rasgarla, piensa que los pedazos de mi amor acabo de guardarlos en el
baúl para que siempre me recuerden cómo soy capaz de amar “. Lo que nunca
supo fue que los pedazos del arrepentimiento acompañaron a aquella que no tuvo
la valentía de arrepentirse y se dejó llevar. Esa que de cuando en cuando abre
el sobre que contiene la carta que no ha sido capaz de concluir por sí misma
porque el dolor se lo impide.
Jesús(defrijan)
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