martes, 21 de enero de 2014


Libre

Presa de condicionantes que trazaron por ella sin contar con ella vivía su vida desde el gris del día a día. Atrás quedaron ilusiones que en cierta medida viese cumplidas y la monotonía había tejido para ella una telaraña que arrastraba su caminar. Las horas de asueto las cubría con las vidas imaginadas en las que tomaba protagonismo la actriz real de la comedia que añoraba. Se aferró a las esperanzas de un cambio que veía imposible de realizar y así sus primaveras sumáronse en otoños. Envejecía por dentro aquella que soñó ser eternamente joven y la cobardía se encadenó a sus pies. Ya había transitado por el filo de la decepción suficiente tiempo y aquel tiempo que dedicó a otros le escatimaba el propio. Era infeliz y cualquier intento por simularlo chocaba de pleno con su interior de lava. Las razones cada vez le eran menos importantes hasta el punto de no saber qué quería hacer de su vida teniendo claro qué era lo que no. Decidió llevar la doble dualidad que nace del soñar como pareja de baile del ser. Y allí, en sus sueños cargó a la valija de sus silencios con todas las promesas calladas que se habían enmohecido con las lágrimas del desamor. Quería pero ya no amaba y lo sabía sobradamente. Acomodó los papeles entre las representaciones que la obligación traía consigo y las que nacían a la espontaneidad del corazón desbocado. Llegaron a no comprender sus actos como si fuese comprensible el latir desbocado de la desilusión. Vanos intentos de refrenar a aquella que le daba vida desde la cordura que la locura conlleva buscando lo no tenido. Diéronle  pócimas físicas sin descubrir que sus males del alma allí no encontrarían consuelo. Frágil muñeca de trapo que viraba a los vientos del afecto soñando convertirlos en amores insospechados. Y así relegaron a aquella que tomaron por insensata al desván del olvido. Dejaron que vagase por las noches entre delirios de rechazos a los que no se acostumbró jamás. Necesitó y no tuvo. Y cuando llegó a tener,  el propio temor a perderlo la hizo furtiva de sus temores. Se entregó a las lujurias que los insensatos calificaron de inadmisibles por insensibles juzgadores de lo que ellos mismos escondían. No regresó jamás del viaje que emprendió aquella vez en la que se aferró al último tren sin esperar nada a cambio, sin buscar recompensas, sin exigir más de lo que ésta que fuese espíritu libre, llegase a entregar.

 

Jesús(defrijan)

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