Libre
Presa de condicionantes que trazaron por ella sin contar con
ella vivía su vida desde el gris del día a día. Atrás quedaron ilusiones que en
cierta medida viese cumplidas y la monotonía había tejido para ella una
telaraña que arrastraba su caminar. Las horas de asueto las cubría con las
vidas imaginadas en las que tomaba protagonismo la actriz real de la comedia
que añoraba. Se aferró a las esperanzas de un cambio que veía imposible de
realizar y así sus primaveras sumáronse en otoños. Envejecía por dentro aquella
que soñó ser eternamente joven y la cobardía se encadenó a sus pies. Ya había
transitado por el filo de la decepción suficiente tiempo y aquel tiempo que
dedicó a otros le escatimaba el propio. Era infeliz y cualquier intento por
simularlo chocaba de pleno con su interior de lava. Las razones cada vez le
eran menos importantes hasta el punto de no saber qué quería hacer de su vida
teniendo claro qué era lo que no. Decidió llevar la doble dualidad que nace del
soñar como pareja de baile del ser. Y allí, en sus sueños cargó a la valija de
sus silencios con todas las promesas calladas que se habían enmohecido con las
lágrimas del desamor. Quería pero ya no amaba y lo sabía sobradamente. Acomodó
los papeles entre las representaciones que la obligación traía consigo y las
que nacían a la espontaneidad del corazón desbocado. Llegaron a no comprender
sus actos como si fuese comprensible el latir desbocado de la desilusión. Vanos
intentos de refrenar a aquella que le daba vida desde la cordura que la locura
conlleva buscando lo no tenido. Diéronle
pócimas físicas sin descubrir que sus males del alma allí no
encontrarían consuelo. Frágil muñeca de trapo que viraba a los vientos del
afecto soñando convertirlos en amores insospechados. Y así relegaron a aquella
que tomaron por insensata al desván del olvido. Dejaron que vagase por las
noches entre delirios de rechazos a los que no se acostumbró jamás. Necesitó y
no tuvo. Y cuando llegó a tener, el
propio temor a perderlo la hizo furtiva de sus temores. Se entregó a las
lujurias que los insensatos calificaron de inadmisibles por insensibles
juzgadores de lo que ellos mismos escondían. No regresó jamás del viaje que
emprendió aquella vez en la que se aferró al último tren sin esperar nada a
cambio, sin buscar recompensas, sin exigir más de lo que ésta que fuese
espíritu libre, llegase a entregar.
Jesús(defrijan)
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