Tomás y Emilio
Diríase de ellos dos que son los antagonistas de un mismo
guion que el día a día va confeccionando. Réplicas de Sacco y Vanzetti donde la anarquía se les viste
de placeres y a ellos se encomiendan. Trajeron de la vertiente del Cabriel la cascada
de cristalinas que vi llorar aquella vez que las crucé desde el asombro de la
niñez. Chorreras que en ellos no alumbran uniformes a desfilar por los patios
de armas dispuestos a golpear voluntades democráticas por las que apuestan. Y
su apuesta no será un cheque en blanco que aquel electo tome como patente de
corso. Caso de que así lo supusiese deberá estar dispuesto a cocer al calor de la crítica su insolencia.
Uno nació bajo los auspicios de Rousseau y éste le bautizó desde el lema
revolucionario dando nombre a su protagonista. Las barricadas las expande en
las explanadas vertebradoras de las gilipolleces ajenas. El otro, cómo no, da
fe de la tozudez del santo que no creyó mientras no vio. E incluso viendo,
sigue preguntándose si las llagas no son meros atrezos de quien se quiere hacer pasar por mártir
buscando compasiones a modo de plácemes. Síndico de los derechos que reclama
mientras pasea al can francés que le simula y convierte en el marqués
versallesco para confundir al oponente. Todo tipo de pócimas vertieron en sus
marmitas y de ellas extrajeron las sinergias que les volatilizan a sueños por
conseguir entre risas y placeres que otros catalogarían de pecaminosos. Rotundo
uno y prudente el otro, han logrado holgar entre los calendarios que otros aún
mantienen sobre las paredes de las prisiones que las labores exigen. Y ven
pasar desde la atalaya del reclamo a los que quieren dar de sí mismos la imagen
que más vende a su favor. Astutos descubrirán las verdaderas intenciones y de
su boca saldrá la primera reclamación a pie de obra. No buscan fanfarrias ni
alharacas que les encumbren porque prefieren mirar de frente a sustentarse
desde el púlpito soberbio de la superioridad. Canallas de la simpatía que
buscarían un hueco en Hyde Park cualquier domingo para rebatir soflamas con las
que por principio no comulgarían. Por eso, si alguna vez, incautos de nosotros
nos topamos con ellos y decidimos dar paso al debate, hemos de saber que la
derrota nos acompañará en tal lid. Convencerán mientras socarronamente nos
escruten y lancen un juicio sobre nuestras entendederas, que gracias Dios, o
mejor, gracias a Marx, tendrán a bien no espetarnos para no hundirnos en la
miseria del raciocinio vencido. Mientras ese momento llega, sé que seguirán
pensando en cómo he pincelado este boceto. Las noches son demasiado largas,
amigos, y el sueño se acorta con la edad.
Jesús(defrijan)
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