El faro
He decidido acercarme a tu costa. Sí, a esa en la que la
intensidad de las mareas la marca el latir de tu corazón y en ellas lanzar al
temeroso navegante que rema con las palas de la inseguridad. Ese que incauto no
percibe la inocencia de sus anhelos ni la atemporalidad de sus sueños. Ese que
naufraga entre adversidades que originan los minúsculos desaires que el desamor
le provoca. Ese que será capaz de aventurarse en el mar de tus promesas
arriesgándose en tu no cumplimiento. Nada importa. Ve que el tiempo va
seccionando aquello que le nació y no está dispuesto a dejarse arrebatar
aquello que ansía. Ha vivido tantas vidas ajenas que el tiempo lo fue desgastando
convirtiéndolo en el reflejo del acantilado que batido por el oleaje mora a mis
pies. He iluminado rutas más allá de los convencionalismos mercantiles y bajo mi
luz nacieron esperanzas de amores eternos en quienes se soñaban eternos
enamorados. Fue común que a mi sombra trajesen las promesas que los reflejos de la noche
daban por ciertas. Aquí compartieron dichas
anticipadoras y de aquí partieron bajeles de caricias remando en común. Aquí
regresa éste que las hizo suyas buscando
el origen que yacía en sus recuerdos con los remos anhelantes del retorno al camino
que un día dejó inconcluso. Sus pasos, menos vivaces que antaño, surcan las
huellas de la memoria y tu nombre regresó. Y contigo llegaron las largas noches
de veranos eternos en los que os buscasteis apurando las horas. Sabían a perecedero y el
tiempo y la llegada del próximo día se les hacía un mundo. Y así, en un ciclo
infinito, las idas y venidas no han logrado desgastar a quien ahora está
condenado al olvido. Pasaré a ser una reliquia, a plasmarme en instantáneas
como muestra de haber estado. Si fuesen capaces de leer entre mis piedras comprobarían
la verosimilitud de lo narrado. Apagarán mis luces pero no serán capaces de
enmudecer mis vivencias. Por eso quiero alargar mis pasos hacia el acantilado
desde el que siempre me he sentido deudor. Quiero despeñar por él a todas las
promesas incumplidas, a todos los abrazos no fundidos, a todos los amores
solitarios. Al mar lancé la mirada y de él me regresaron sonrisas. Sé que con
ellas regresarán los silencios clausurados entre rejas de pudores y los
pensamientos guardados en la intimidad. Sé que el miedo a no ser correspondidos
ha sido el encargado de encerrarlos bajo llave y por ello les compadezco.
Jesús(defrijan)
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