martes, 28 de enero de 2014


Una vez viajé hacia el Sur

Y el ancla se aferró a los arrecifes para inmovilizar al desconocido navegante que viajaba conmigo. Seguí el sinrumbo que el viento decidió por mí y me dejé sorprender por lo inesperado. No cargué ni con temores, ni con rencores, ni con falsos cuadernos mal caligrafiados en la bitácora del deseo no correspondido, que pudiesen entorpecer la singladura. Y en la quilla se fueron depositando las valvas que segmentaron  a las bravías aguas que se me fueron ofreciendo. Sí, viajé al Sur convencido de que el único sentido era el que rechazaba la vuelta. Fueron tempestades internas las que desencadenaron tormentas cuyas resacas lastraron hacia las orillas los rescoldos de las esperanzas que el tiempo tamizó en serrines fugaces. Las noches se vistieron  de miradas celestes desde las que la compasión urdió la red que capturó sustentos. Lancé por la borda los arpones que llevaba clavados mientras el óxido vestía de ocres a los remolinos que los remitían al fondo. Una vez viajé hacia el Sur que resultó Norte de sueños, Meridiano de sonrisas, Paralelo del Mapamundi en el que trazar sextantes para dar sentido a las desorientaciones. Allí desoyéronse reprimendas que intentaron reconvertir a la corrección lo que a todas luces no era incorrecto. Purgáronse menosprecios y desengaños entre las marcas que el salitre ofreció a modo de redentor. Fui desertor de mí mismo cuando las armas dolientes se fueron cargando con municiones de desilusiones entre pólvoras por lágrimas bañadas. Que nadie tenga la osadía de censurar a éste que entregó su alma sin esperar recompensas, sin encontrar acomodos, sin recibir más que nadas. Huyó de las tinieblas cuando sus ojos se cegaron de esperas infructuosas y vino buscando una rada donde remediar lo carente. Y ahora que sus plácidas tardes se siguen iluminando con los rayos de los atardeceres que ha tiempo hizo suyos; ahora que desde el Malecón contempla el horizonte como receptivo compañero de silencios; ahora que testimonia desde el bronce todas las caras que la verdad suele ocultar, lanzo la mirada a las miradas perdidas, y desde el silencio una sonrisa de complicidad se me adivina como muestra de valor hacia aquellos que creen no tenerlo por no haberse atrevido aún a comprobarlo. Los albatros aletean alentando a las brisas, el Sol ha segmentado mis ojos y la marea se está retirando. Alguien de los que se acerca a mis pies acaba de emprender su viaje al Sur y ya sé quién es. Lo delata su sonrisa.

Jesús(defrijan)  

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