Una vez viajé hacia el Sur
Y el ancla se aferró a los arrecifes para inmovilizar al
desconocido navegante que viajaba conmigo. Seguí el sinrumbo que el viento
decidió por mí y me dejé sorprender por lo inesperado. No cargué ni con
temores, ni con rencores, ni con falsos cuadernos mal caligrafiados en la
bitácora del deseo no correspondido, que pudiesen entorpecer la singladura. Y
en la quilla se fueron depositando las valvas que segmentaron a las bravías aguas que se me fueron
ofreciendo. Sí, viajé al Sur convencido de que el único sentido era el que
rechazaba la vuelta. Fueron tempestades internas las que desencadenaron
tormentas cuyas resacas lastraron hacia las orillas los rescoldos de las
esperanzas que el tiempo tamizó en serrines fugaces. Las noches se
vistieron de miradas celestes desde las
que la compasión urdió la red que capturó sustentos. Lancé por la borda los
arpones que llevaba clavados mientras el óxido vestía de ocres a los remolinos
que los remitían al fondo. Una vez viajé hacia el Sur que resultó Norte de
sueños, Meridiano de sonrisas, Paralelo del Mapamundi en el que trazar
sextantes para dar sentido a las desorientaciones. Allí desoyéronse reprimendas
que intentaron reconvertir a la corrección lo que a todas luces no era
incorrecto. Purgáronse menosprecios y desengaños entre las marcas que el
salitre ofreció a modo de redentor. Fui desertor de mí mismo cuando las armas
dolientes se fueron cargando con municiones de desilusiones entre pólvoras por
lágrimas bañadas. Que nadie tenga la osadía de censurar a éste que entregó su
alma sin esperar recompensas, sin encontrar acomodos, sin recibir más que
nadas. Huyó de las tinieblas cuando sus ojos se cegaron de esperas infructuosas
y vino buscando una rada donde remediar lo carente. Y ahora que sus plácidas
tardes se siguen iluminando con los rayos de los atardeceres que ha tiempo hizo
suyos; ahora que desde el Malecón contempla el horizonte como receptivo
compañero de silencios; ahora que testimonia desde el bronce todas las caras
que la verdad suele ocultar, lanzo la mirada a las miradas perdidas, y desde el
silencio una sonrisa de complicidad se me adivina como muestra de valor hacia
aquellos que creen no tenerlo por no haberse atrevido aún a comprobarlo. Los
albatros aletean alentando a las brisas, el Sol ha segmentado mis ojos y la
marea se está retirando. Alguien de los que se acerca a mis pies acaba de
emprender su viaje al Sur y ya sé quién es. Lo delata su sonrisa.
Jesús(defrijan)
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