viernes, 11 de septiembre de 2015


1.         Gritos y susurros

E incluso caras de sorpresa son las que se asoman a sus rostros ese día en el que su vida cambia de modo definitivo. El verano acabó y con él acabaron los horarios caóticos en los que mantenían un pulso los balones, los bañadores, las bicicletas. Atrás quedan depositadas las siestas y los polos de mil sabores para dar paso al inicio de la senda que les llevará a ser adultos. Sí, sí, sin duda es lo mejor para ellos, para su futuro, para que desde bien temprano empiecen a entender que hay un camino a seguir y a costa de su no entendimiento deben surcarlo a mayor gloria de perpetuidades. Pero mientras esa conclusión les llega, de  momento, la forma de rebelarse es aquella que les nace desde el mismo momento del nacer. Gritos, susurros, llantos lastimeros, que compondrán una sinfonía desgarradora de tímpanos y corazones en quienes se ven abocados a depositarlos en la consigna del saber. Ellos lo expresan y ellos otros los callan tras la verja para no demostrar debilidades ante los que están a su vera sintiendo lo mismo. Hace tiempo que la vida les impuso el criterio de guardarse para sí  las lágrimas y no es cuestión de demostrar que no se aprendió bien aquella lección. De modo que serán quienes estén toda la mañana mirando a las agujas del reloj para no hacer tarde a la hora de recogerlos de nuevo.  Con un poco de suerte notarán más fuerte el abrazo como suplicando que no vuelva a suceder y con ello se sentirán reconfortados. Dilatarán las horas vespertinas para que el nuevo amanecer llegue lento y así ralentizar el paso de los suyos que se les van alejando a cada minuto. Les queda mucho por aprender y saben que lo acabarán aprehendiendo y con ellos  cerca será la tarea más hermosa que en su vertiente descendiente de la montaña de su vida podría esperarse. Les ha pasado la vida y la vida les pide paso a saltos, con mochilas diminutas, baberos marcados, coletas peinadas y olor a Nenuco.  Estos que miran hacia abajo por timidez y buscan el rescate en la puerta que se cierra acaban de abrir la carrera cuyas etapas  serán tan maravillosas como seamos capaces de provocarles en los puestos de habituallamiento llamados cariño. Por eso, por más que nos parta el alma su entrada en la ruleta de la vida, hagamos del momento el momento inolvidable que en un futuro les haga exclamar que mereció la pena. Luego cuando nadie nos vea, ya lloramos, si acaso.      

 

Jesús (defrijan)

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