1.
Gritos y susurros
E incluso caras de sorpresa son las que se asoman a sus rostros
ese día en el que su vida cambia de modo definitivo. El verano acabó y con él acabaron
los horarios caóticos en los que mantenían un pulso los balones, los bañadores,
las bicicletas. Atrás quedan depositadas las siestas y los polos de mil sabores
para dar paso al inicio de la senda que les llevará a ser adultos. Sí, sí, sin
duda es lo mejor para ellos, para su futuro, para que desde bien temprano
empiecen a entender que hay un camino a seguir y a costa de su no entendimiento
deben surcarlo a mayor gloria de perpetuidades. Pero mientras esa conclusión
les llega, de momento, la forma de
rebelarse es aquella que les nace desde el mismo momento del nacer. Gritos,
susurros, llantos lastimeros, que compondrán una sinfonía desgarradora de
tímpanos y corazones en quienes se ven abocados a depositarlos en la consigna del
saber. Ellos lo expresan y ellos otros los callan tras la verja para no demostrar
debilidades ante los que están a su vera sintiendo lo mismo. Hace tiempo que la
vida les impuso el criterio de guardarse para sí las lágrimas y no es cuestión de demostrar que
no se aprendió bien aquella lección. De modo que serán quienes estén toda la
mañana mirando a las agujas del reloj para no hacer tarde a la hora de
recogerlos de nuevo. Con un poco de
suerte notarán más fuerte el abrazo como suplicando que no vuelva a suceder y con
ello se sentirán reconfortados. Dilatarán las horas vespertinas para que el
nuevo amanecer llegue lento y así ralentizar el paso de los suyos que se les
van alejando a cada minuto. Les queda mucho por aprender y saben que lo
acabarán aprehendiendo y con ellos cerca
será la tarea más hermosa que en su vertiente descendiente de la montaña de su
vida podría esperarse. Les ha pasado la vida y la vida les pide paso a saltos,
con mochilas diminutas, baberos marcados, coletas peinadas y olor a Nenuco. Estos que miran hacia abajo por timidez y
buscan el rescate en la puerta que se cierra acaban de abrir la carrera cuyas
etapas serán tan maravillosas como
seamos capaces de provocarles en los puestos de habituallamiento llamados
cariño. Por eso, por más que nos parta el alma su entrada en la ruleta de la
vida, hagamos del momento el momento inolvidable que en un futuro les haga
exclamar que mereció la pena. Luego cuando nadie nos vea, ya lloramos, si
acaso.
Jesús (defrijan)
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