Quien tuviera la dicha
Ya han pasado las semanas
suficientes como para pensar en ellas desde la distancia del ayer y la
esperanza del mañana. Y de cualquier modo siguen resonando en los tímpanos del recuerdo los
sones que más alientos lanzaron a la hora de adueñarse del metro cuadrado de la
pista de baile a la luz de las estrellas. Año tras año se fueron sucediendo los
reyes de las melodías y los sucesivos turnos los ocuparon los negros que no
hacían más que plantear dudas sobre sus virtudes internas, los pajaritos que
aprendían a volar, los coyotes emigrados que trazaban líneas sobre el cemento a
toque de country….Así, en los mínimos espacios disponibles los pantalones de
tergal se abrían paso entre los vestidos luminosos de sedas festivas y todo
cubría de alegría el tránsito a la madrugada. Pero si hay una melodía que
supera a todas las anteriores, que supone la versión actual de aquellos cuplés,
que lanza retos a la picardía, es esa que habla de la osadía del gallo en el
gallinero del amor. A ritmo de cumbia, el corro se forma y en él, las piernas
que horas antes parecían agotadas, reviven. Reviven y se contonean sabiendo que
el sumun picarón aparecerá entre guiños cómplices y esperanzas postreras. Allí
el gallo se encumbra en mitad del corral y pide guerra a las odaliscas plumadas que así lo deseen.
Eso sí, una vez que haya lanzado el toque final de su kikirikeo, en plan
chulesco, se abandonará al rincón desde el que encontrar reposo. Un autor capaz
de componer semejante letra debería tener sus huellas inscritas en el paseo de
la fama. Conforme rememoro las notas musicales de dicha melodía, percibo la
aquiescencia de aquella que me saca a bailar cada vez que suena. Sabe que será
la música que inaugure su baile nupcial si llegase el día y que el vals será relegado
a la alacena de los pulcros. “Ya verás
paloma que no hay gavilán….” pregona el
coro mientras el acordeón acompaña al güiro en el contoneo de las caderas que
pocos pasos más aguantarán. Ya hubo bastante con los pasodobles y las
rancheras como para insistir en la
llegada próxima de la prótesis. Si ha de llegar a mis caderas dicho artilugio,
que sea a su tiempo, que nada lo anticipe, que nadie ampute las ganas de
diversión. Así que, amigos míos, si dentro de poco me veis cojeando, sabed que
la culpable fue la canción que hizo imposible el permanecer sentado en la mitad
de un gallinero llamado diversión.
Jesús(defrijan)
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