miércoles, 23 de septiembre de 2015


      Quien tuviera la dicha

Ya han  pasado las semanas suficientes como para pensar en ellas desde la distancia del ayer y la esperanza del mañana. Y de cualquier modo siguen  resonando en los tímpanos del recuerdo los sones que más alientos lanzaron a la hora de adueñarse del metro cuadrado de la pista de baile a la luz de las estrellas. Año tras año se fueron sucediendo los reyes de las melodías y los sucesivos turnos los ocuparon los negros que no hacían más que plantear dudas sobre sus virtudes internas, los pajaritos que aprendían a volar, los coyotes emigrados que trazaban líneas sobre el cemento a toque de country….Así, en los mínimos espacios disponibles los pantalones de tergal se abrían paso entre los vestidos luminosos de sedas festivas y todo cubría de alegría el tránsito a la madrugada. Pero si hay una melodía que supera a todas las anteriores, que supone la versión actual de aquellos cuplés, que lanza retos a la picardía, es esa que habla de la osadía del gallo en el gallinero del amor. A ritmo de cumbia, el corro se forma y en él, las piernas que horas antes parecían agotadas, reviven. Reviven y se contonean sabiendo que el sumun picarón aparecerá entre guiños cómplices y esperanzas postreras. Allí el gallo se encumbra en mitad del corral y pide guerra  a las odaliscas plumadas que así lo deseen. Eso sí, una vez que haya lanzado el toque final de su kikirikeo, en plan chulesco, se abandonará al rincón desde el que encontrar reposo. Un autor capaz de componer semejante letra debería tener sus huellas inscritas en el paseo de la fama. Conforme rememoro las notas musicales de dicha melodía, percibo la aquiescencia de aquella que me saca a bailar cada vez que suena. Sabe que será la música que inaugure su baile nupcial si llegase el día y que el vals será relegado a la alacena de los pulcros.  “Ya verás paloma que no hay gavilán….”  pregona el coro mientras el acordeón acompaña al güiro en el contoneo de las caderas que pocos pasos más aguantarán. Ya hubo bastante con los pasodobles y las rancheras  como para insistir en la llegada próxima de la prótesis. Si ha de llegar a mis caderas dicho artilugio, que sea a su tiempo, que nada lo anticipe, que nadie ampute las ganas de diversión. Así que, amigos míos, si dentro de poco me veis cojeando, sabed que la culpable fue la canción que hizo imposible el permanecer sentado en la mitad de un gallinero llamado diversión.    

Jesús(defrijan)   

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