lunes, 28 de septiembre de 2015


       Independiente mente

Un día se levantó y decidió que así sería. Ya bastaba de tantas obligaciones para con los demás. Ya bastaba de seguir los dictados de otros a la hora de manifestarse en la cuerda común de los comunes cuerdos. Esa dualidad que le cubría había mantenido demasiado tiempo el  peso de un equilibrio que ni le compensaba ni podía seguir soportando. Los requerimientos familiares le llevaron por la ruta sucesoria que los bisturíes habían acordado y sin embargo sus yemas ansiaban acariciar los marfiles bicolores que extraían melodías del piano. Las horas de estudio las asumió como el pago de una condena que restaba días a la espera del final de aquella contienda absurdamente impuesta en la que él seguía siendo el cautivo de sí mismo. Soñaba partituras mientras le soñaban anestesias que le encumbrasen al púlpito del que la tradición no permitía bajarse. Noches eternas  entre tomos a los que diseccionar anatomías sobre las que cumplir etapas daban descanso a las canciones que brotaban entre sus labios tarareantes.  Huídas vespertinas al club en el que un virtuoso le mostraba el camino mientras sus libros apilados en la silla se preguntaban qué hacían fingiendo lejos de la biblioteca. Tachó días, semanas, meses, cursos. Y llegó el momento de demostrar que había cumplido con su deber a costa de su placer. La orla enmarcada quedaría sobre la vetusta pared del despacho paterno junto a la de quienes le precedieron y allí reposaría para siempre.  No hizo falta más. A la oferta provocada bajo las influencias encaminada a vestirlo de bata blanca, respondió con un rotundo no. Y en ese no se reunían todas las expectativas que realmente lo convertirían en el forense de su propio yo anterior a sí mismo. Independiente  mente en un independiente  que hasta hacía escasos momentos no lo parecía. Dio por pago extra a su decisión el disgusto que se convirtió en llanto, que se convirtió en lágrimas. Él, el sumiso primogénito, el sucesor digno de la saga, rompía amarras y se embarcaba en la nave del soñador que siempre fue.  Hoy en día, aquellos que nacieron de él siguen atentos a sus palabras cada vez que les recuerda el porqué de su diferencia. Absortos escuchan y él, independientemente de lo atareado que esté, les relata una historia que le suena a vivida. A la par, unas notas salpican entre el blanco y el negro desde el piano que se suma de oyente y sonríe feliz.

 

Jesús(defrijan)   

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