Independiente mente
Un día se levantó y decidió que así sería. Ya bastaba de tantas
obligaciones para con los demás. Ya bastaba de seguir los dictados de otros a
la hora de manifestarse en la cuerda común de los comunes cuerdos. Esa dualidad
que le cubría había mantenido demasiado tiempo el peso de un equilibrio que ni le compensaba ni podía
seguir soportando. Los requerimientos familiares le llevaron por la ruta
sucesoria que los bisturíes habían acordado y sin embargo sus yemas ansiaban
acariciar los marfiles bicolores que extraían melodías del piano. Las horas de
estudio las asumió como el pago de una condena que restaba días a la espera del
final de aquella contienda absurdamente impuesta en la que él seguía siendo el
cautivo de sí mismo. Soñaba partituras mientras le soñaban anestesias que le
encumbrasen al púlpito del que la tradición no permitía bajarse. Noches eternas
entre tomos a los que diseccionar
anatomías sobre las que cumplir etapas daban descanso a las canciones que
brotaban entre sus labios tarareantes.
Huídas vespertinas al club en el que un virtuoso le mostraba el camino
mientras sus libros apilados en la silla se preguntaban qué hacían fingiendo
lejos de la biblioteca. Tachó días, semanas, meses, cursos. Y llegó el momento de
demostrar que había cumplido con su deber a costa de su placer. La orla enmarcada
quedaría sobre la vetusta pared del despacho paterno junto a la de quienes le
precedieron y allí reposaría para siempre. No hizo falta más. A la oferta provocada bajo
las influencias encaminada a vestirlo de bata blanca, respondió con un rotundo
no. Y en ese no se reunían todas las expectativas que realmente lo convertirían
en el forense de su propio yo anterior a sí mismo. Independiente mente en un independiente que hasta hacía escasos momentos no lo parecía.
Dio por pago extra a su decisión el disgusto que se convirtió en llanto, que se
convirtió en lágrimas. Él, el sumiso primogénito, el sucesor digno de la saga,
rompía amarras y se embarcaba en la nave del soñador que siempre fue. Hoy en día, aquellos que nacieron de él siguen
atentos a sus palabras cada vez que les recuerda el porqué de su diferencia.
Absortos escuchan y él, independientemente de lo atareado que esté, les relata
una historia que le suena a vivida. A la par, unas notas salpican entre el
blanco y el negro desde el piano que se suma de oyente y sonríe feliz.
Jesús(defrijan)
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