miércoles, 9 de septiembre de 2015


      El desencanto

Imagino, quiero creer,  que  es ese estado de ánimo en el que ves envuelto cuando aquellas expectativas no se ven cumplidas. Puede que tus esfuerzos por evitar su llegada no hayan sido los más convenientes; puede que tu mirada sólo hacia delante no te haya permitido comprobar por el retrovisor aquello que en parte te hacía culpable de su venida. Sea como fuere, de un modo consciente o inconsciente, notas que ha llamado a tu puerta y que no está dispuesto a irse sin que le abras. Quizás diste demasiada importancia a los detalles que tú solamente considerabas merecedores de la misma; quizás aquella vez que guardaste silencio no debiste permanecer callado para no aumentar la pira incendiaria que se estaba formando; quizás no quisiste reconocer tu error al imaginar una realidad que se alejaba a pasos agigantados de tus creencias. Sea como fuere, esa lona llamada desencanto cubrirá el cielo de tus sueños para impedirte de modo cierto la Infinidad con la que siempre soñaste. Y lo hará con una mezcla de sonrisa compasiva lamentándose por ti de todo lo que en ti suena  a cobardía. Es entonces cuando te dejarás arrastrar por el torrente de similares vidas entre las que alguien te intentará hacer ver cómo hay otros en idéntica o peor situación que la tuya. Puede que con ello busquen proporcionar un consuelo a quien solo lo encuentra entre las soledades que le acompañan. No acabarán de entender que las puntillas de tus pies no desean  pisar, sino flotar. No serán capaces de ir más allá de la frontera del raciocinio que les encorseta sin ser conscientes de ello a la vez que lo asumen como normalidad. Los pequeños detalles les han pasado desapercibidos y buscan metas materiales que en nada te seducen. Pobres desgraciados aquellos que tienen y no poseen la capacidad de ser. Seguro que en el fondo siguen sin entender la existencia de soñadores a los que siguen considerando lacras a las que ignorar, convertir o culpabilizar. Ahogarán sus voces en peroratas de conveniencias cargadas de razones que el corazón rechaza por más que se esfuercen en sentido contrario.  Se han acostumbrado a la ropa y han olvidado a la piel y con ello se han proporcionado el hábito gris que tan cómodos visten  entre el gris de sus semejantes. Cumplirán las normas para sentirse seguros como todo inseguro se siente en mitad de su elección vital. Y lo más gracioso de todo será ver  que siguen sin darse cuenta de que el auténtico desencantado es él,  que vive en su espejo por más intentos de disimulo que se empeñen en mostrar. Dignos de lástima, sin duda.

 Jesús(defrijan)    

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