Etapas
Miraba desde la distancia hacia el calendario de su vida y
sobre las fechas iban apareciendo sus rostros. Formaban entre sí el álbum que
se fue diseñando entre las hojas sepia por enmarcar que tan lejanas sabían y
tan cercanas se mostraban. Seguían apareciendo los rizos dorados, los bucles
azabaches. Y tras todos ellos las miradas que tantas esperanzas propiciaron y
tantos desasosiegos acarrearon a la pesada carreta por la que transitaba su
existencia. Siempre, desde siempre, se supo
esquivo y quizás en ello radicaba su
búsqueda interior hacia la utópica Arcadia con la que soñaba despierto.
Había llegado a convertirse en boya de tantas desilusiones que su flotar
escondía raídas maromas por el tiempo que le dejaban al pairo de las olas. Ni
él mismo se explicaba ese ir y retornar a los puertos como marino prófugo de resacas
provocadas desde las profundidades abisales. Se había acostumbrado a la
interinidad del que llega momentáneamente para no anclarse eterno. Era, en
definitiva, ese prófugo de sueños que se encadenaba a los mismos a pesar de la
caducidad que impresa estaba en la contraportada de los mismos. Pocos entendían
los vaivenes de quien izaba su veleta al
ritmo del viento que caprichoso marcaba rutas desde la bitácora de los
sentimientos. Así, un rictus de cariño nacía en cada ocasión en la que los
marcos impolutos de recuerdo custodiaban a las auténticas dueñas de sus
vivencias. Se negaba culpabilidades en los adioses porque nadie es culpable
cuando no es dueño ni de sus propias decisiones. El recuerdo en una misma
dirección llevaría adosados los dos sentidos que el tiempo dulcifica bajo el
propósito de seguir adelante. Y todo
ello le daba el aval de la verdad que la verdad necesita cuando se pone en
cuestión. De puntillas entraba y de puntillas salía pisando la alfombra del pasillo
en el que las etapas intentaban no resbalar. El horizonte siempre se le mostró
retador y él, buhonero cargado con el hatillo de sensaciones, aceptaba el reto.
Si tenéis la ocasión de cruzaros con él, sabed que es así, y que nada lo va a
cambiar. Caminad a su lado si os lo pide, pero a distancia suficiente como para
que la sombra no ciegue el camino luminoso. Y si llega el momento en el que la
encrucijada se presenta y decide seguir un camino distinto, dejadlo ir; Ni él
mismo sabe el porqué ni está dispuesto a encontrar la respuesta a su elección.
Una etapa comienza y quizás no os habéis dado cuenta.
Jesús(defrijan)
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