miércoles, 24 de febrero de 2016


Almagro

En estos tiempos en los que el espectáculo se nos muestra desde los escenarios de la mediocridad, asistir al festival de teatro clásico de Almagro se planteaba como un oasis de redención. De modo que al son de las letras del Siglo de Oro acudimos para disfrutar de la escena a través del libreto de la inmortalidad. Recomendaciones nos llevaron a la Casa del Rector y allí, Juan, el diligente Juan, supo ver en nosotros a quienes ni nosotros mismos sospechábamos. Nos sedujo con la oferta y no pudimos resistirnos a la suculenta suite que ya ocupase Penélope mientras entonaba su “Volver” tras la claqueta de Almodóvar. Un sitio encantador como encantador resultó todo una vez que el sol decidió dar una tregua. Por su Plaza Mayor se alternaban las manualidades de espartos con los caldos y quesos típicos y los cuatro frontales verdes olivas daban una imagen de elegancia a tan digna receptora. El Corral, semioculto en uno de sus corredores, esperaba turno y los actores departían entre mesa y mesa con los llegados mientras las berenjenas mostraban su categoría. Y todo rezumaba a bambalinas en mitad de la canícula. De ahí que la visita al museo dedicado a actores y actrices resultase tan imprescindible para conseguir entender, un poco al menos, la dualidad con la que cargamos todos a diario en el escenario de la vida. Trajes, adornos, reliquias de los grandes del teatro en una especie de sacristía profana a la que rendir culto y admiración . Dos representaciones en sendos días para degustar en vivo lo que antaño fuese digerido desde la noche de los viernes en Estudio 1 y que tantos buenos momentos proporcionase. Mañanas dedicadas a las proximidades en las que el agua es protagonista como remanso y parada hacia las migratorias aves en Daimiel y reminiscencias de Chorreras durante el regreso en Ruidera. Tan breve como satisfactoria y tan imprescindible como fugaz aquellas dos jornadas en las que la ruta del Quijote se hizo presente para guiarnos entre los molinos de un palco como espectadores afortunados. Quien tenga la tentación de asistir a este magno evento, que no lo aplace; nadie debería renunciar a conocer en primera persona a Almagro y dejarse seducir por la magia que encierra cada verano cuando Julio decide despertarlo de la siesta para goce de los sentidos. Si la vida es puro teatro tal y como reza el bolero, aquí, no os quepa duda, la concha del apuntador será vuestra aliada para dar fe de todo ello.            




              Jesús(defrijan)

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