Ginebra
( capítulo V)
Efectivamente, Ginebra se desperezaba al
ritmo del géiser del lago y el rumor del agua que del Ródano se embalsaba. La
ciudad se extiende hacia la colina y salpicando los portales las auténticas
marcas que tantas imitaciones tiene a lo largo del planeta. Precios
prohibitivos que marcan las diferencias entre el poder y soñar con poder de los
corrientes que intuimos unos niveles de vida inalcanzables. Seguramente tras
las fachadas de los innumerables bancos las partidas de monopoly reales se
seguían disputando y quizás el ascenso hacia la catedral se hacía más urgente.
Antes de la subida, corroboramos la hora sobre la esfera floreada que alegaba
precisiones de relojería afamada. Y ya en la catedral, la silla desde la que
Calvino dirigía los designios religiosos de dios por considerarse enviado
directo del mismo a poner orden estricto entre los fieles y los que aún no lo
eran. Curioso el hecho de comprobar cómo desde cualquier tendencia siempre se
acaba asumiendo prerrogativas para mejor dirección de las almas. Metros más
abajo, la plaza en una de cuyas paredes se rinde homenaje a un capitán que tuvo la valentía de compaginar las armas
con los versos y de nuevo Garcilaso viniendo a mi mente. A nuestros pies, el
Parque de los Bastiones con la permanente vigilancia del Muro de los
Reformistas esculpidos a tamaño extra. Puede que en un intento de salvaguardar
las reformas se viesen en la necesidad de asentarse como cuidadores de las
mismas a perpetuidad. O puede que sencillamente eligiesen esa pared receptora
de la tibieza de los rayos a la espera de una nueva partida de ajedrez a disputar.
A modo de alfombra, los tableros del juego del Sha, esperan el reto de quienes
deciden saborear el emparedado entre los movimientos de peones, saltos de
caballos, desplazamientos de alfiles, enroques de torres o jaques reales. La
placidez de la tarde discurriendo a su antojo y con el sabor del chocolate en
los labios, una última tentativa de apertura bancaria para comprobar la
facilidad que se ofrece al evasor en paraísos creados exprofeso.
Inevitablemente, la imposibilidad de hacernos pasar por lo que no éramos, jugó
en nuestra contra. Eso y la mengua de recursos que provocarían la carcajada en
aquellos pesebres de dinero negro. Con todo ello, una idea de lo que Suiza era,
nos quedaba clara. Habíamos comprobado el valor del pragmatismo, el estilo de
convivencia, la seriedad del entorno y la falta de desparpajo de quienes
viviendo lejos del mar, desconocen sus efectos beneficiosos. Era momento de
empaquetar los recuerdos dar la media vuelta.
Jesús(defrijan)
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