martes, 2 de febrero de 2016


Ginebra  ( capítulo V)

Efectivamente, Ginebra se desperezaba al ritmo del géiser del lago y el rumor del agua que del Ródano se embalsaba. La ciudad se extiende hacia la colina y salpicando los portales las auténticas marcas que tantas imitaciones tiene a lo largo del planeta. Precios prohibitivos que marcan las diferencias entre el poder y soñar con poder de los corrientes que intuimos unos niveles de vida inalcanzables. Seguramente tras las fachadas de los innumerables bancos las partidas de monopoly reales se seguían disputando y quizás el ascenso hacia la catedral se hacía más urgente. Antes de la subida, corroboramos la hora sobre la esfera floreada que alegaba precisiones de relojería afamada. Y ya en la catedral, la silla desde la que Calvino dirigía los designios religiosos de dios por considerarse enviado directo del mismo a poner orden estricto entre los fieles y los que aún no lo eran. Curioso el hecho de comprobar cómo desde cualquier tendencia siempre se acaba asumiendo prerrogativas para mejor dirección de las almas. Metros más abajo, la plaza en una de cuyas paredes se rinde homenaje a un capitán  que tuvo la valentía de compaginar las armas con los versos y de nuevo Garcilaso viniendo a mi mente. A nuestros pies, el Parque de los Bastiones con la permanente vigilancia del Muro de los Reformistas esculpidos a tamaño extra. Puede que en un intento de salvaguardar las reformas se viesen en la necesidad de asentarse como cuidadores de las mismas a perpetuidad. O puede que sencillamente eligiesen esa pared receptora de la tibieza de los rayos a la espera de una nueva partida de ajedrez a disputar. A modo de alfombra, los tableros del juego del Sha, esperan el reto de quienes deciden saborear el emparedado entre los movimientos de peones, saltos de caballos, desplazamientos de alfiles, enroques de torres o jaques reales. La placidez de la tarde discurriendo a su antojo y con el sabor del chocolate en los labios, una última tentativa de apertura bancaria para comprobar la facilidad que se ofrece al evasor en paraísos creados exprofeso. Inevitablemente, la imposibilidad de hacernos pasar por lo que no éramos, jugó en nuestra contra. Eso y la mengua de recursos que provocarían la carcajada en aquellos pesebres de dinero negro. Con todo ello, una idea de lo que Suiza era, nos quedaba clara. Habíamos comprobado el valor del pragmatismo, el estilo de convivencia, la seriedad del entorno y la falta de desparpajo de quienes viviendo lejos del mar, desconocen sus efectos beneficiosos. Era momento de empaquetar los recuerdos dar la media vuelta.             

 

Jesús(defrijan)    

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