23-F
Aquel lunes de Febrero de 1981 más parecía un día primaveral
que otra cosa. Como de costumbre, las vísperas falleras aportaban la
luminosidad a las calles y todo empezaba a renovarse en un nuevo ciclo vital.
Desde bien temprano, unos cuantos pendientes del examen de Pedagogía del día
siguiente, decidimos recluirnos en una vivienda que los padres de Julián tenían
por Tres Forques y dar cumplido repaso al temario que la señorita Ciscar tuvo a
bien plantear como prueba de semestre. De modo que entre los apuntes se
vinieron a sumar los preceptivos bocadillos y los botes de refresco para no
perder tiempo en buscar otros lugares donde comer. Todo transcurrió según lo
previsto y a eso de las siete de la tarde, cada uno dio por concluida la
reclusión y regresamos a casa. La tarde
invitaba al paseo y las piernas lo precisaban. Por ello, unos cuantos optamos
por dar un rodeo que sirviese de distracción. El noticiario de la 2 que dirigían Joaquín Arozamena y Victoria
Prego suponía un paso obligado por la actualidad y su cita era ineludible.
Llegué puntual y al encender el televisor la carta de ajuste, me dio la
bienvenida. Pasaron los minutos y algo fallaba. Ni se asomaban los locutores ni
aparecían programas de relleno a los que pedir explicaciones. Así que opté por
las ondas radiofónicas y ante mi
sorpresa solamente emergían notas de desfiles militares. Algo no iba
bien. Algo se salía del guion establecido. Algo no casaba con las esperanzas de
aquella incipiente democracia. Llamadas al orden por parte de quienes tan
acostumbrados estaban al mando nos conminaban a un encierro doméstico bajo pena
de arresto o quién sabía que otra ocurrencia punible por parte de los galones
cuarteleros. De los acontecimientos posteriores, aquellos que ya los vemos en
la distancia, damos fe y no es necesario recordar el miedo involucionista que
nos invadió. De las implicaciones de tal o cual estamento se cernió una nube de
incógnitas sin resolver que dieron como resultado el encarcelamiento de
aquellos militares conspiradores. Pero desde entonces, cada vez que se renueva
la fecha, no puedo dejar de buscar la respuesta a aquella pregunta de “Cui
prodest?” ( ¿Quién se beneficia?), y la respuesta sigue sin aparecer. Aunque
bien pensado, sí que la sé; es más, sospecho que más de uno la sabe y sigue
mirando tontamente buscándola para no sacar los pies del tiesto. Este país se
ha acostumbrado de tal modo a la conformidad que todo nos resbala y nos parece
bien. ¡Qué curioso que hoy, precisamente
hoy, un nuevo 23-F vuelva a lanzar al viento las pistas sobre la
respuesta a aquella inocente pregunta! ¿Qué quién se benefició? ¿Qué quién sacó
y sigue sacando provecho de aquello? ¡Vamos, anda, no me digas que no lo ves!
Por cierto, aquel examen lo aprobamos. Los que aún no han aprobado la asignatura
llamada democracia son quienes se siguen saltando esa misma pregunta en el
examen anual al dejarla en blanco para no comprometerse y prefieren ser
señalados como indignos representantes del pueblo que todo les aprueba sin
necesidad de recluirse a estudiar temarios.
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