La sombra del viento
Prototipo de superventas justificadísimo en el
que el lector se ve envuelto en una intriga continua que no le deja ni un
momento de respiro. En el supuesto caso de que todavía haya alguien que no lo
haya leído, que lo haga. Merece mucho la pena. Del argumento no desvelaré nada
porque son tantas las historias que se entrecruzan que sería como diseccionar
un cuerpo que se mantiene vivo, y no es plan. Pasarán las hojas a velocidad
vertiginosa y te verás inmerso en la lectura repudiando a Morfeo que pide su
tiempo. Dicho lo cual, y sin ánimo de repartir estopa, una vez acabada la
lectura, eludir aquella que lleva la misma firma y que responde al título de
“Marina”. Esta novela que fuese escrita
con anterioridad dormía el sueño de los justos en la biblioteca de los libros
olvidados, y sí, va con segundas, a expensas de una linotipia que no se veía
necesitada de sobreesfuerzo. De suerte que al rebufo de la sombra posterior,
salió a la luz y con ella la primera decepción. Personajes precursores que apuntaban
maneras se habían quedado a medias y no se sabía muy bien a qué jugaban. Era
como si un primer soliloquio escrito no hubiese sabido terminarse en ese guion
simplón. De modo que, un cierto regusto a decepción, venía a enturbiar el sabor
que dejase la primera leída y segunda editada. Así que, “La sombra del viento” se
mantuvo en el tiempo, se tradujo a mil idiomas y vivió sus momentos de gloria.
Imagino que Ruiz Zafón pensaba en una trilogía cuando sacó a la luz lo que
pretendía ser una continuación llamada “El juego del ángel”. Y si nunca
segundas partes fueron buenas, en esta ocasión, tampoco. Pesaba demasiado la
primigenia y no llegó a las cotas de aceptación de su hermana mayor. Seguía
flotando “La sombra del viento” como si una nube gris impidiese la nueva salida
del sol de las letras. Tibia, muy tibia y absolutamente prescindible. De modo
que como pata del trípode ha aparecido la que se anuncia como cierre del ciclo.
Y aquí estoy meditando si hacérmela o no. “El laberinto de los espíritus”, se denomina
y temo llevarme una nueva decepción. No sé, ya veremos qué hago. Si alguno de
los que leéis estas líneas tenéis la gentileza de opinar, os lo agradeceré
enormemente. Caso de que me gustase, daría por buena las decepciones
mencionadas. Pero si no me gusta, si algo en ella vuelve a sonar hueco, a ya
previsto, a ya anunciado, entonces sí que volveré a leer “La sombra del viento”
para congraciarme con mi buena suerte. Esa sí tiene todo lo que una buena
novela debe tener y volver a lo magnífico, siempre es un acierto.
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