Las reuniones de escalera
Son el precio a pagar por vivir en enjambres ortoédricos en
los que cada celda adquiere potestad una vez liquidada la hipoteca. Allí, en
mitad de la nada, el zaguán. En el mejor de los casos aliviando su soledad con
la compañía de alguna planta destinada a rápida muerte si es de naturaleza
natural o a ser engullida por el polvo si su genética es artificial. Este
espacio de tránsito adquiere su máxima categoría llegada la fecha de la
renovación de cargos. Allí sí, allí sí que luce en todo su esplendor llegada la
llamada de la tercera convocatoria. Poco a poco descendimos de nuestros
palomares y con cierta desgana nacida de la obligatoriedad nos disponemos a
seguir el orden del día. Caso de que un ajeno al bloque oficie de administrador,
la atención será suprema. De todo lo que allí se decida dependerá el mejor o
peor funcionamiento en los próximos meses. Así que lo mejor será estar atentos
a cualquier propuesta de mejora o en su defecto al estado de cuentas. En caso
de que este último cumpla con su equilibrio, los distintos puntos del orden del
día se irán sucediendo en tono monocorde con la esperanza última de la
brevedad. Más arriba nos esperan nuestro hueco favorito en el sofá, el
penúltimo resumen de las noticias, las cartas por abrir y algún que otro asunto
que a todos nos resulta familiar. De modo que llegado el momento de los ruegos
y preguntas lo normal será que no existan. Pero si la fortuna caprichosa decide
hacerlos presentes, entonces la cosa cambia. El rumbo de la travesía de dicha
reunión virará a sotavento y aquí lo mejor será pertrecharse a buen recaudo.
Las ideas más insospechadas aflorarán para dar rienda suelta al finiquito de
quien no dio por finiquitado su estado de cuentas. Las sugerencias buscarán el
convencimiento del indeciso a la hora de votar por tal o cual resolución. Se
hará memorándum de aquellas medidas adoptadas en aquella lejana ocasión que tan
a cuento vienen. Se harán cálculos sobre el ábaco desprovisto de tecnología que
nos cubre las meninges y con un poco de suerte, a las dos horas, habrá
concluido la citada reunión. Y en caso de que la suerte nos sea esquiva lo
mejor será armarse de paciencia. Los grupúsculos intercambiarán opciones a modo
y manera de comisiones parlamentarias y conste o no en el índice se añadirán
novedades de mejora que no se habían ni imaginado en un principio. Así y todo,
creo que lo mejor sería convocar una reunión de escalera lejos de la zona de
paso. Quizás en la terraza. Quizás con una barbacoa comunitaria a la luz de la
luna. Quizás convirtiendo semejante ático en un chill out sobre el que
desparramar deudas y recoger propuestas. No sé, pero debería pensarse esta
posibilidad. De hecho, esta tarde noche tengo una y como no hay fútbol
posiblemente se alargue demasiado. Ya os contaré qué tal les ha parecido y si
alguien tiene alguna sugerencia más, que me la haga llegar. Dentro de nada me
tocará ser presidente de nuevo y no es cuestión de que me coja desprevenida la
toma de posesión. No sé por qué, pero me está viniendo a la memoria la
proclamación de Bokassa y me estoy viniendo arriba.
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