sábado, 9 de septiembre de 2017


El balcón en invierno



La playa, el ambiente festivo, los chiringuitos. Todo apuntaba al relax y a la lectura simple de las revistas simples que husmean entre las vísceras del famoseo. Por eso me sorprendió ver camuflada a modo de rehén a esta novela de Luis Landero en la que ya la portada aporta unas pistas de lo que contiene. Ni más ni menos que una historia tan cercana y común a todos aquellos que tuvimos que dejar nuestras cunas en busca del ansiado progreso en la ciudad. Una familia extremeña, que podría haber sido conquense, decide soltar amarras de una nave que la tiene anclada al pueblo en busca de un futuro esperanzador para los hijos. Y a lo largo de la trama, a modo de confesión y redención con su pasado, el autor se encarga de llevarnos y traernos por las sendas de la nostalgia a unos años precarios y sin embargo añorados. No, no me fue difícil poner cara a los personajes porque tantos como aparecen entre sus líneas siguen viviendo entre los muros del recuerdo personal. Un regusto amargo a despedida continua sabiendo que el destino buscado y alcanzado no siempre se ofrece como recompensa merecedora de tal sacrificio. Por un momento me regresó la imagen de un amigo que este verano, como escondido, daba presencia a las calles que tantas veces recorriera de niño. Nos saludamos, nos abrazamos y me dijo “no conozco a nadie”. Horas después había desaparecido y dudo mucho que vuelva a pasar por ese mismo trance en futuros calendarios. El desarraigo que la novela destila se hizo presente de un modo cruel y te lleva a la certeza de reconocerte como extraño entre quienes no debieran serlo. Landero ejecuta un interminable tirabuzón entre sus vivencias añoradas y su situación de triunfo amargo al que la vida le ha llevado. Un desenterrar al padre para intentar comprender los sueños que para sus hijos tuviera. Un retrato en sepia de una madre abnegada que sabía de su misión y así la ejecutaba. Unos personajes cargados con los guiones de vida que no acabaron de protagonizar. Un grito desgarrado hacia los orígenes sublimados a pesar de las carencias. Una obra imprescindible pata todos aquellos que hemos hecho de nuestra vida un boceto de dos hemisferios sabiendo que uno es el racional y el otro el deseado. Quizá cuando alguno deguste esta obra entienda el porqué de mi renuncia a abandonar Enguídanos concluyendo el día; resulta demasiado doloroso saber que te vas a la par que la noche se cierne sobre el horizonte. Lectura recomendada, sobre todo, para quienes hemos pasado por esas mismas vicisitudes y para quienes no tienen claro el sentido de la añoranza.   

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