El estrés
Ha decidido subirse al trono y parece que quiere inmortalizarse en él. El
estrés, nuestro amigo estrés, el convidado de piedra que todo lo prueba y nada
costea. Llega como sin avisar, ladino, sumergido en los problemas que a nada
que nos paremos a reflexionar vemos que
carecen de importancia. Nada es más necesario que respirar, reír, amar, y toda
una serie de títulos que por obvios acabamos olvidando. Así que sin darnos
cuenta, el estrés, el inevitable estrés, aparece como de sorpresa cuando sabe
que su labor de zapador amagado se ha ido curtiendo poco a poco. Consigue que
la más simple de las naderías nos calce como armadura y ralentice nuestros
pasos hacia la alegría. Nacimos para el gozo y entre unos y otros nos hemos ido
recluyendo en las valvas de la negatividad. En el mejor de los casos, la
comprobación de la no exclusividad, nos
aportará argumentos para pensar que es normal lo que por propia naturaleza no
lo es. Y poco a poco va completando con fangos un vaso que nació inmaculado y
empieza a ennegrecerse. Podría pensarse que es una cuestión inevitable y lo
único evitable que existe es precisamente el acceso que le otorguemos. Esclavos
de las obligaciones nos acabamos convirtiendo en rehenes de las expectativas y deudores de la
alegría. Así que no, de ninguna manera, en absoluto, hemos de dejar hueco a
quien sólo intenta jodernos la existencia. Si lo promueven otros, desviaremos
sus dardos; si nace de nosotros mismos, le daremos la espalda. Y se la daremos
desde el convencimiento de la victoria sobre este taimado enemigo que nace como
antiserotónico despreciable. Madame de
Chatelet ya lo apostilló en su postulado vital. Aseguraba haber nacido para ser
feliz y nada ni nadie lo iba a impedir.
Ya fe que no lo impidieron. Ilustración que dejó a posteriori unas enseñanzas
que debemos retomar de inmediato si no queremos darnos por vencido. Y cuando alguien
turbio se nos acerque para remover nuestros miedos comprobará cuán infructuosos
son sus intentos. Y lo mejor de todo, lo hasta ahora impensable, lo que
creíamos inaccesible, será el reflejo de nuestro espejo. Cuando desde la
simetría nos aparezca una arruga provocadora de tensiones la mandaremos a una
dirección que desconoce y sin remite. Pensémoslo
y quien quiera seguir estos simples consejos que los haga suyos. A mí me han
dado resultado y mira que hubo momentos en los que la negrura del túnel
escamoteaba la luz de la salida. Al fin y al cabo estamos de paso y cada día
que pasa supone un sustraendo que no vuelve ni espera ser usado como prueba de
lo que resta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario