martes, 26 de septiembre de 2017


El estrés



Ha decidido subirse al trono y parece que quiere inmortalizarse en él. El estrés, nuestro amigo estrés, el convidado de piedra que todo lo prueba y nada costea. Llega como sin avisar, ladino, sumergido en los problemas que a nada que nos paremos a reflexionar   vemos que carecen de importancia. Nada es más necesario que respirar, reír, amar, y toda una serie de títulos que por obvios acabamos olvidando. Así que sin darnos cuenta, el estrés, el inevitable estrés, aparece como de sorpresa cuando sabe que su labor de zapador amagado se ha ido curtiendo poco a poco. Consigue que la más simple de las naderías nos calce como armadura y ralentice nuestros pasos hacia la alegría. Nacimos para el gozo y entre unos y otros nos hemos ido recluyendo en las valvas de la negatividad. En el mejor de los casos, la comprobación de la no  exclusividad, nos aportará argumentos para pensar que es normal lo que por propia naturaleza no lo es. Y poco a poco va completando con fangos un vaso que nació inmaculado y empieza a ennegrecerse. Podría pensarse que es una cuestión inevitable y lo único evitable que existe es precisamente el acceso que le otorguemos. Esclavos de las obligaciones nos acabamos convirtiendo en  rehenes de las expectativas y deudores de la alegría. Así que no, de ninguna manera, en absoluto, hemos de dejar hueco a quien sólo intenta jodernos la existencia. Si lo promueven otros, desviaremos sus dardos; si nace de nosotros mismos, le daremos la espalda. Y se la daremos desde el convencimiento de la victoria sobre este taimado enemigo que nace como antiserotónico  despreciable. Madame de Chatelet ya lo apostilló en su postulado vital. Aseguraba haber nacido para ser feliz y nada ni nadie  lo iba a impedir. Ya fe que no lo impidieron. Ilustración que dejó a posteriori unas enseñanzas que debemos retomar de inmediato si no queremos darnos por vencido. Y cuando alguien turbio se nos acerque para remover nuestros miedos comprobará cuán infructuosos son sus intentos. Y lo mejor de todo, lo hasta ahora impensable, lo que creíamos inaccesible, será el reflejo de nuestro espejo. Cuando desde la simetría nos aparezca una arruga provocadora de tensiones la mandaremos a una dirección que desconoce y sin remite.  Pensémoslo y quien quiera seguir estos simples consejos que los haga suyos. A mí me han dado resultado y mira que hubo momentos en los que la negrura del túnel escamoteaba la luz de la salida. Al fin y al cabo estamos de paso y cada día que pasa supone un sustraendo que no vuelve ni espera ser usado como prueba de lo que resta.     

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