miércoles, 13 de septiembre de 2017


Los renglones torcidos de Dios



Suelen ser especialmente atrayentes los escenarios psiquiátricos. Yo diría que, salvo los judiciales, son los números unos en captar la atención del lector. Allí aparecen normalidades mezcladas con distorsiones mentales y entre unos y otros el vaivén de los pensamientos se entrecruza con las corduras por los pasillos. Aparece entre el lector esa mezcla formada por la complicidad con el demente y la precaución ante el cuerdo. De cualquier modo, si a todo ello le añadimos un hilo argumental policíaco o similar, tendremos el cóctel perfecto para sentirnos enganchados a la lectura. En esta ocasión Luca de Tena maneja los perfiles de los personajes en la cuerda de lo creíble y lo dudable. Te conviertes en el funámbulo que conforme pasas páginas no sabes a qué carta quedarte de las múltiples que se te van mostrando. Un viaje a los intramuros de la mente en la que se encierran las quiméricas ilusiones maceradas en la psique catalogada de enferma, muchas veces, sin serlo. Recorres los corredores en busca de unas pistas creyéndote el brazo derecho del protagonismo y vas configurando un puzle cómplice al que dar solución, llegadas las últimas páginas. Parece ser que el Altísimo se empeña en mostrarte su perfecta caligrafía y tú vas aceptando las líneas pautadas de modo convencional. Para eso te has ido puliendo a lo largo de tu vida y crees conocer, por joven que seas, los vericuetos que la mente traza. Te has dejado llevar por lo evidente  y puede que la sorpresa te salga al encuentro a la más mínima ocasión. Será justamente en ese momento cuando tú mismo comenzarás a amasar frente al invisible espejo de lo aceptado si la razón te asiste o la locura te hizo cautivo. Posiblemente no sepas distinguir en cuál de las vertientes camina la auténtica naturaleza. Empezarás a comprobar cómo los renglones de ese cuaderno trazado ni son tan paralelos ni siempre están inmaculados a la vista de los otros. Lo mejor será no darle demasiadas vueltas y en un acto, quizá cobarde, dejarte arrastrar hacia la uniformidad. El verdadero problema estará cuando tu ego interior, tus oníricas expectativas, reclamen su puesto en tu vida y no sepas qué camino seguir. Entonces, si nadie lo remedia, verás que has ingresado en un psiquiátrico a desentrañar un crimen, y que por más intentos que realices, no le ves solución. Lo peor será cuando descubras que la solución la tienes frente al espejo. Un espejo opaco desde el que eres observado y en gran medida compadecido por mucho que te empeñes en ignorarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario