jueves, 28 de septiembre de 2017


El juego del escondite


Aquellas noches eternas, de los veranos eternos, de nuestras breves infancias, eran las propicias para desarrollar semejante juego. Echábamos pies y alternábamos elecciones entre  quienes formarían  parte de uno u otro equipo. Uno buscaba y otro se escondía. Y el juego concluía cuando todos los miembros buscados eran localizados, apresados, retenidos, inmovilizados. Juegos infantiles sin más recompensa que saber buscar escondites más o menos prohibidos a los que ni se les ocurriría acudir al equipo perdedor. De hecho, y visto lo visto, creo que sería bueno rememorar aquellas simples reglas para el próximo fin de semana. Nada de echar un pulso porque parecería un inicio tabernero. Nada de lanzar la moneda al aire porque el césped no existe. Nada de “piedra, papel o tijera” por demasiado infantil. Lo suyo es echar pies y que la suerte decida. Si ganan unos podrán esconderse de los perseguidores donde más les plazca a la espera de que los encuentren. Si la fortuna se alía con los otros podrán poner límites topográficos a dichos escondites y decidir la duración del juego. Pero las reglas deberían establecerse hoy. Sí, vale, el verano ya se fue, pero da lo mismo. Que hagan la vista gorda que aún hace calor y saquen a la luz las reglas para poder seguir el encuentro. Porque de eso se trata, ¿no? De encontrarse para dar por concluido un juego tan simple para unos  como dramático para otros. Recuerdo cómo a algún participante de aquellos torneos se le escapaba alguna lágrima cuando no podía concluir la captura en el transcurso de la noche. Recuerdo cómo el silencio se hacía presente cuando pasaba cerca el grupo perseguidor y no lograba dar con la captura. Incluso recuerdo cómo alguno decidía mandar a la mierda el juego y aburrido se iba a dormir. Al día siguiente vería rostros desquiciados, soñolientos o felices según la fortuna hubiese decidido horas antes. Y él, o ella, tan fresco. Piénsenlo y verán como merece la pena volver a la niñez. Y si acaso el resultado no es lo suficientemente satisfactorio siempre podrán plantear para una nueva velada de juegos otro que más les acomode. De hecho, y asumiendo el riesgo que conlleva, les recomiendo el “bote bolero”. Bote con b y bolero sin música. Otro día explicaré las reglas a quienes estén tan interesadlos como ignorantes de las mismas. Pero recuerden el nombre no vaya a ser que le cambien las grafías y con ello todo el sentido. Si eso, ya el lunes, lo comentamos. El domingo no es el mejor día para desvelarse y mal que nos pese, el verano, y la infancia, quedaron atrás. Algunos no lo quieren ver, pero es la cruda realidad.      

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