Geriátricos
Es
cruzar la verja de entrada y el mundo cambia. Tras la apertura automática de la
verja sale a tu encuentro todo un cúmulo de años que descuentan recuerdos y
sobreviven apoyados. A ambos lados de los pasillos, en las salas de estar, aquellas
y aquellos que fueron han ido dejando de ser y la cuesta abajo se les aprecia
en la mirada. La mente fluctúa en según qué casos entre los recuerdos y los
olvidos y en todos ellos se percibe el interrogante sin respuesta. Saben que
han sido arrastrados por el raciocinio al mejor lugar razonable. Saben que no
deben suponer una carga para quienes antes fueron su propia carga. Saben que
las reglas de la vida quizá se escribieron de un modo equivocado y ellas y
ellos resultan ser los paganos de este juego insensible. A su lado pululan
uniformes que habituados a semejante escenario intentan no desfallecer ante la
lástima. Cumplen con su deber y el desgaste emocional no les está permitido. A
escasos metros la puerta de entrada se convirtió en cancela para evitar huidas
hacia no se sabe dónde. Un olor a medicamentos invade los pasillos cuando el
carro distribuidor los atraviesa y todo el ritual se renueva día a día, hora a
hora. Alguna reclama la llamada urgente a su hijo. Como respuesta le llega un “enseguida
viene” con la misma rapidez con la que ella olvida. Más allá, sobre unos
hombros cuarteados, una muñeca vuelve a ser la hija a la que mecer y consolar
de un lloro inexistente. Sobre el ventanal que da al patio unos hibiscus
florecen ante la melancolía de estos otoños como queriendo paliar el paso a lo
definitivo. Sobre la pared, un mural con mayúsculas, rotula frases a modo de
consignas positivas. De cuando en cuando un desfile de sillas de ruedas se
encamina a los ascensores. No ha anochecido y sin embargo el reloj de los
turnos decide que el día concluye. La máquina de café miente. No ofrece nada de
lo que muestra como si ella también hubiese decidido jugar con la razón. Como si el consuelo hubiese llegado a sus
conciencias las visitas regresan a sus hogares. Saben que hacen lo correcto. Su
decisión fue la más coherente. Su plan de futuro ni siquiera aparece en el
horizonte. Otra jornada más dejó paso a otra jornada menos. Mientras regresan,
unos piensan qué tipo de sociedad les ha llevado a actuar así. Mientras
permanecen, otros se internan en las habitaciones ignorando que un día más
sumaron a su cuenta. Posiblemente no soñaron con este epílogo que se va
escribiendo mientras la noche se cierne.
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