En el nombre del padre
No, no voy a empezar el
Padrenuestro, no. Primero porque no procede y segundo porque solamente recuerdo
aquel que aprendí y ya está modificado. Más bien voy a recapitular las vivencias que
acabarían en la tumba del olvido tras la lápida de la ignorancia para quienes
no lo conocieron. Intentaré, y ya veremos si lo consigo, ser todo lo imparcial
que se puede ser cuando el pulso entre la razón y el sentimiento se abre ante
las páginas en blanco. Probablemente será innecesario dar fe de virtudes y
quizás limar defectos para lograr un resultado final aceptable. Fueron tantos
años convividos como tantos hurtados al tiempo en pos de la obligación que el
futuro demandaba, que me siento en deuda a posteriori con la historia de los
intramuros personales y familiares. De modo que sin más salvavidas que el
regreso a las neuronas y antes de que
estas empiecen a desfallecer daré paso a
estas memorias apócrifas. Poco importarán las ausencias si las presencias cubren espacios en la medida en que estos huecos libres acaben completando un
puzle dispuesto a dar respuestas tantas veces no pedidas. Más de una vez cuando
el paseo no planificado me lleva al camposanto acabo ojeando epitafios,
escrutando miradas, reinventando conversaciones. Muchos de ellos darían paso a
las mismas si hubiesen dilatado el tiempo de partida. De eso se trata, a ellos
voy. Si al final compruebo la falta de ecuanimidad en el resultado siempre podré
culpar al sentimiento que como hijo que fui emana desde la fuente del padre que
soy. No pondré velos a la verdad y puede que alguien coetáneo con mi padre alzará la mano en señal de aprobación con lo
expuesto. De los yerros que pudieran surgir seré el firmante y asumo de
antemano las responsabilidades. Cualquiera de nosotros nos mostramos de un modo
ambivalente ante los demás y posiblemente la verdad anida en aquella cara que
ocultamos por pudor. Quedan pues expuestas las intenciones y abierto el
calendario de regreso a aquellas fechas que tanto añoro y tan próximas
permanecen. Viaje al pasado para comprender el presente y con un poco de suerte
diseñar el futuro. Si en alguna de las circunstancias, tú, amigo lector,
encuentras similitudes con tu propia existencia, recuerda que compartisteis
tiempos y no siempre fueron fáciles. A mi padre, y por extensión a todos
aquellos que lo quisieron, va dedicado este prefacio. Quince de Febrero de mil
novecientos diecinueve trazó la línea de salida. Veintitrés de Noviembre de dos
mil siete trazó la llegada. A punto de cumplirse el decenio de su adiós es el
momento de darle de nuevo la bienvenida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario