martes, 19 de septiembre de 2017


En el nombre del padre



No, no voy a empezar el Padrenuestro, no. Primero porque no procede y segundo porque solamente recuerdo aquel que aprendí y ya está modificado.  Más bien voy a recapitular las vivencias que acabarían en la tumba del olvido tras la lápida de la ignorancia para quienes no lo conocieron. Intentaré, y ya veremos si lo consigo, ser todo lo imparcial que se puede ser cuando el pulso entre la razón y el sentimiento se abre ante las páginas en blanco. Probablemente será innecesario dar fe de virtudes y quizás limar defectos para lograr un resultado final aceptable. Fueron tantos años convividos como tantos hurtados al tiempo en pos de la obligación que el futuro demandaba, que me siento en deuda a posteriori con la historia de los intramuros personales y familiares. De modo que sin más salvavidas que el regreso a las neuronas  y antes de que estas empiecen a desfallecer  daré paso a estas memorias apócrifas. Poco importarán las ausencias si las presencias  cubren espacios en la medida en que  estos huecos libres acaben completando un puzle dispuesto a dar respuestas tantas veces no pedidas. Más de una vez cuando el paseo no planificado me lleva al camposanto acabo ojeando epitafios, escrutando miradas, reinventando conversaciones. Muchos de ellos darían paso a las mismas si hubiesen dilatado el tiempo de partida. De eso se trata, a ellos voy. Si al final compruebo la falta de ecuanimidad en el resultado siempre podré culpar al sentimiento que como hijo que fui emana desde la fuente del padre que soy. No pondré velos a la verdad y puede que alguien coetáneo con mi padre  alzará la mano en señal de aprobación con lo expuesto. De los yerros que pudieran surgir seré el firmante y asumo de antemano las responsabilidades. Cualquiera de nosotros nos mostramos de un modo ambivalente ante los demás y posiblemente la verdad anida en aquella cara que ocultamos por pudor. Quedan pues expuestas las intenciones y abierto el calendario de regreso a aquellas fechas que tanto añoro y tan próximas permanecen. Viaje al pasado para comprender el presente y con un poco de suerte diseñar el futuro. Si en alguna de las circunstancias, tú, amigo lector, encuentras similitudes con tu propia existencia, recuerda que compartisteis tiempos y no siempre fueron fáciles. A mi padre, y por extensión a todos aquellos que lo quisieron, va dedicado este prefacio. Quince de Febrero de mil novecientos diecinueve trazó la línea de salida. Veintitrés de Noviembre de dos mil siete trazó la llegada. A punto de cumplirse el decenio de su adiós es el momento de darle de nuevo la bienvenida.  

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