viernes, 15 de septiembre de 2017


Mayéutica química



Según la Real Academia de la Lengua es el proceso mediante el cual se encuentran respuestas formulándote preguntas sin necesidad de que otros te solucionen las dudas. Tú mismo te encargas de averiguar, o no, el resumen del postulado que te has propuesto resolver, y a nada que te afanes, lo consigues. Solamente debes encaminarte por la senda del acierto o del error y puede que alcances lo que buscas. De cualquier modo, cuando las respuestas intentas encontrarlas en cualquier ámbito superior al meramente matemático, igual no aparecen, o lo que es más desolador, no las acabas de entender. De hecho recuerdo cómo un problema químico admitía una solución numérica a pesar de que la solución real era inviable. Tanto daba. El PH solicitado en semejante problema superaba ampliamente los límites de la Naturaleza alcalina o básica y poco importaba según el docente si era viable semejante mezcla o no. Lo válido era alcanzar el resultado. Dos años empecinados en resolverlo y al final caímos en la cuenta y nuestras caras de asombro aún siguen reflejadas en aquellas gafas de cristales gruesos y marco de concha negro que lucía en buen señor. Aprendí la lección y desde entonces así la aplico. Y quien no la asume para sí debe plantearse otros caminos, que posiblemente no le lleven a ningún lado. Bastante tenemos con seguir nuestros propios pasos como para andar dando lecciones a quien no las quiere o no sabe aprender. Me refiero a las aulas de la vida en las que todos estamos situados sobre pupitres. O tomas aquello que te es ofrecido y sacas provecho de ello si lo consideras o sencillamente das carpetazo y a otra cosa. De nada servirá buscar clases nocturnas o de apoyo cuando el curso hace tiempo que concluyó y no te diste cuenta o no quisiste darte cuenta. No hay más. La disolución, por ácida que parezca, se ha convertido en sal al mezclarse con las bases en el matraz adecuado. Punto final. Y aquí la metáfora cobrará rango de realidad te guste o no. El laboratorio cerró sus puertas y la alquimia sólo sirve para ilusamente buscar una piedra filosofal que jamás se encontrará. No existe, ni siquiera en Macondo, y ningún Merlín será capaz de hacerla presente. Ni siquiera Melquíades redivivo dará forma reales a las ilusiones de una chusma que quedará encantada con el superpoder del imán sin ver más allá. Cuestión de mayéutica. Cuestión de buscar o dejar de buscar las quimeras que únicamente sobreviven en circunloquios absurdos. De no hacerlo así, quienquiera que se empeñe, acabará siendo el triste remedo de Enrique IV de Castilla que gastó todas sus energías infructuosamente en pos de una aventura tan absurda como irreal.

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