Azafata
La etimología de este nombre tiene
su origen en el idioma árabe y parece ser que hace referencia a una bandeja que
servía como ayuda a la hora de vestirse. El tiempo ha ido dando suficientes
giros a la semántica de la palabra en cuestión y así ha llegado a nuestros días
como sinónimo de cara bonita. Y aquí se han empezado a desatar los truenos de una caja pirotécnica de mecha
corta. De ser representantes agraciadas de una marca, de una empresa, de un
producto, han llegado a ser consideradas como meros objetos cuyas medidas esculturales tiene que
estar al servicio del macho alfa que sueñe con tenerlas cerca. Insisto en lo de
llegar a ser consideradas para no dar por válidos estos postulados. De modo que
sumergidas en esta especie de cruzada antibelleza se interrogan sobre la tara
que podrá llegar a ser el poseer un fenotipo digno de envidia si el burka de la
estupidez sigue tejiéndose sobre ellas.
A ver si va a resultar que se guapa debe sancionarse y los cánones de belleza
deben revisarse y no nos estamos enterando. Cara a la galería, aquellas que
sonríen en la línea de salida de un Gran Premio, empiezan a ser sospechosas de lo que no son y eso genera una injusticia por
principio. Resulta que desde cualquier catadióptrico televisivo se fomenta una
imagen de escaparate apolíneo y ahora ellas son las exponentes de la
discriminación por razones de sexo. Vale, muy bien, que añadan azafatos como ya
sobrevuelan en los fuselajes del low cost aéreo. Que suba al podio cualquier merecedor de
ocupar primer plano junto al vencedor de la prueba deportiva. Y si el seso del
ganador demuestra ser tan plano como el pedal de su acelerador o tan redondo
como la empuñadura de su manillar que se actúe en consecuencia. Pero de ahí a
las propuestas que se están lanzando media un abismo. En el fondo creo que nos
estamos abocando a una época tan puritana que cuando llegue y se asiente no tendremos posibilidad de rectificación.
Da la sensación de que vuelve a ser denostada la alegría en sus múltiples
acepciones y ya no saben cómo coartarla. Eso sí, para no dejar duda de su ambivalencia,
a la vez que se critica , se potencia desde otras vertientes en las que la
exposición pública y plástica de tales vidas busca imitadores y lo peor de todo
es que los acaba consiguiendo. Realities , culebrones, concursos, proliferan por doquier como si de un mercado
cárnico se tratase recién salidos - en el dual sentido de la palabra- del
acicalamiento. Hemos llegado a tal esquizofrenia
que como no recapacitemos nos engullirá
sin remedio. Supongo que será el resultado del tipo de modelo aprendido. De
cualquier forma si llegado el caso me encuentro frente a frente con algún
azafato a alguna azafata, sé que nada más pronunciar una frase descubriré si
merece la pena el producto que ofrece. Si sabe expresarse y además muestra la
belleza que se le exige, ya me tiene ganado. Sólo faltará ajustar el precio;
del producto, por supuesto.
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