martes, 6 de febrero de 2018


Azafata



La etimología de este nombre tiene su origen en el idioma árabe y parece ser que hace referencia a una bandeja que servía como ayuda a la hora de vestirse. El tiempo ha ido dando suficientes giros a la semántica de la palabra en cuestión y así ha llegado a nuestros días como sinónimo de cara bonita. Y aquí se han empezado a desatar  los truenos de una caja pirotécnica de mecha corta. De ser representantes agraciadas de una marca, de una empresa, de un producto, han llegado a ser consideradas como meros  objetos cuyas medidas esculturales tiene que estar al servicio del macho alfa que sueñe con tenerlas cerca. Insisto en lo de llegar a ser consideradas para no dar por válidos estos postulados. De modo que sumergidas en esta especie de cruzada antibelleza se interrogan sobre la tara que podrá llegar a ser el poseer un fenotipo digno de envidia si el burka de la estupidez sigue tejiéndose  sobre ellas. A ver si va a resultar que se guapa debe sancionarse y los cánones de belleza deben revisarse y no nos estamos enterando. Cara a la galería, aquellas que sonríen en la línea de salida de un Gran Premio, empiezan a  ser sospechosas de lo que  no son y eso genera una injusticia por principio. Resulta que desde cualquier catadióptrico televisivo se fomenta una imagen de escaparate apolíneo y ahora ellas son las exponentes de la discriminación por razones de sexo. Vale, muy bien, que añadan azafatos como ya sobrevuelan en los fuselajes del low cost aéreo.  Que suba al podio cualquier merecedor de ocupar primer plano junto al vencedor de la prueba deportiva. Y si el seso del ganador demuestra ser tan plano como el pedal de su acelerador o tan redondo como la empuñadura de su manillar que se actúe en consecuencia. Pero de ahí a las propuestas que se están lanzando media un abismo. En el fondo creo que nos estamos abocando a una época tan puritana que cuando llegue  y se asiente no tendremos posibilidad de rectificación. Da la sensación de que vuelve a ser denostada la alegría en sus múltiples acepciones y ya no saben cómo coartarla. Eso sí, para no dejar duda de su ambivalencia, a la vez que se critica , se potencia desde otras vertientes en las que la exposición pública y plástica de tales vidas busca imitadores y lo peor de todo es que los acaba consiguiendo. Realities , culebrones, concursos,  proliferan por doquier como si de un mercado cárnico se tratase recién salidos - en el dual sentido de la palabra- del acicalamiento.  Hemos llegado a tal esquizofrenia que  como no recapacitemos nos engullirá sin remedio. Supongo que será el resultado del tipo de modelo aprendido. De cualquier forma si llegado el caso me encuentro frente a frente con algún azafato a alguna azafata, sé que nada más pronunciar una frase descubriré si merece la pena el producto que ofrece. Si sabe expresarse y además muestra la belleza que se le exige, ya me tiene ganado. Sólo faltará ajustar el precio; del producto, por supuesto.

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