Hacia el infinito, y más allá
Una de las mejores opciones que tiene el ser
multimillonario es la de convertir en realidad sus sueños, caprichos, deseos o
extravagancias. “Esto lo pago yo, porque quiero, me mola y me sobra la pasta”,
parece ser el lema que mejor cuadra en
semejantes afortunados y desde luego razones no les faltan. Así lo ha debido
pensar Elon Musk al decidir poner en órbita un coche Tesla a bordo de un cohete
suficientemente potente. Con un par, sí señor. Y como si necesitara argumentos que
acrediten tal decisión ha alegado que quizá su vehículo eléctrico sorprenda a
aquellos seres alienígenas que pululan por la inmensidad estelar y empiecen a
comprendernos un poco. Ahí, es donde me ha ganado definitivamente. Un
filántropo a futuro capaz de saquearse a sí mismo es cuando menos digno de
aplauso. Sí, señor, olé sus narices. Aunque una vez reposada la inicial
sorpresa me asaltan multitud de dudas y empieza a perder color la carrocería de
semejante atrevimiento. Puede que no haya pensado en la sobreabundancia de
marcianos que pululan por el globo terráqueo sin saber a qué dedicar sus días.
Puede que en más de uno haya ignorado la escafandra de astronauta aficionado
que vive en la luna. Puede que no haya reconocido en sus cercanos al
extraterrestre capaz de iluminarse con un dedo ígneamente fosforito sin saber
de la existencia de los otros nueve. Puede que haya sido tan idealista su
postura que esté de antemano condenada al fracaso. Una pena. Con lo bien que
habrían quedado la Vía Láctea conocida y las que aún quedan por conocer superpobladas
de elementos sobrantes aquí abajo. No, no ha medido las consecuencias de su
generosidad. Así que, sumándome a su maravillosa idea voy a empezar a confeccionar un listado
con todos aquellos indeseables que sobran. Es evidente que un coche, cien
coches, miles de coches, serán insuficientes para tanto trasiego cocooniano. Lo
suyo será empezar a diseñar transportes públicos lo suficientemente espaciosos
como para llenar el espacio de más basura. El agujero negro que se formará supondrá
el nuevo reto a estudiar por los sabuesos de los seguimientos interestelares.
Un agujero negro, a ser posible, con tapa incorporada. Letrina definitiva a la
que reconocer el alivio producido y estarle eternamente agradecida. Por fin el
bien común encontrará acomodo. Ya se encargarán si pueden de buscarse la vida
en la flotabilidad del silencio. Nos dejarán en paz y será eterno nuestro
agradecimiento. Nada de buscar nuevos eclipses. Nada de interrogarse sobre
posibles impactos de posibles asteroides. Nada de sospechar hecatombes cuando
semejantes elementos graviten por allá arriba. Estarán, no cabe duda, más cerca
de dios, pero nosotros estaremos, vaya que sí, en la gloria eterna. Y allá que se popularicen estos traslados, el
low cost pondrá a disposición de los comunes el paso hacia el mimetismo al que
tanto tiempo dedican. Buen viaje de ida. Tanta paz les llegue como descanso
dejan.
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