jueves, 8 de febrero de 2018


Hacia el infinito, y más allá



Una de  las mejores opciones que tiene el ser multimillonario es la de convertir en realidad sus sueños, caprichos, deseos o extravagancias. “Esto lo pago yo, porque quiero, me mola y me sobra la pasta”, parece ser el lema  que mejor cuadra en semejantes afortunados y desde luego razones no les faltan. Así lo ha debido pensar Elon Musk al decidir poner en órbita un coche Tesla a bordo de un cohete suficientemente potente. Con un par, sí señor. Y como si necesitara argumentos que acrediten tal decisión ha alegado que quizá su vehículo eléctrico sorprenda a aquellos seres alienígenas que pululan por la inmensidad estelar y empiecen a comprendernos un poco. Ahí, es donde me ha ganado definitivamente. Un filántropo a futuro capaz de saquearse a sí mismo es cuando menos digno de aplauso. Sí, señor, olé sus narices. Aunque una vez reposada la inicial sorpresa me asaltan multitud de dudas y empieza a perder color la carrocería de semejante atrevimiento. Puede que no haya pensado en la sobreabundancia de marcianos que pululan por el globo terráqueo sin saber a qué dedicar sus días. Puede que en más de uno haya ignorado la escafandra de astronauta aficionado que vive en la luna. Puede que no haya reconocido en sus cercanos al extraterrestre capaz de iluminarse con un dedo ígneamente fosforito sin saber de la existencia de los otros nueve. Puede que haya sido tan idealista su postura que esté de antemano condenada al fracaso. Una pena. Con lo bien que habrían quedado la Vía Láctea conocida y las que aún quedan por conocer superpobladas de elementos sobrantes aquí abajo. No, no ha medido las consecuencias de su generosidad. Así que, sumándome a su maravillosa  idea voy a empezar a confeccionar un listado con todos aquellos indeseables que sobran. Es evidente que un coche, cien coches, miles de coches, serán insuficientes para tanto trasiego cocooniano. Lo suyo será empezar a diseñar transportes públicos lo suficientemente espaciosos como para llenar el espacio de más basura. El agujero negro que se formará supondrá el nuevo reto a estudiar por los sabuesos de los seguimientos interestelares. Un agujero negro, a ser posible, con tapa incorporada. Letrina definitiva a la que reconocer el alivio producido y estarle eternamente agradecida. Por fin el bien común encontrará acomodo. Ya se encargarán si pueden de buscarse la vida en la flotabilidad del silencio. Nos dejarán en paz y será eterno nuestro agradecimiento. Nada de buscar nuevos eclipses. Nada de interrogarse sobre posibles impactos de posibles asteroides. Nada de sospechar hecatombes cuando semejantes elementos graviten por allá arriba. Estarán, no cabe duda, más cerca de dios, pero nosotros estaremos, vaya que sí, en la gloria eterna.  Y allá que se popularicen estos traslados, el low cost pondrá a disposición de los comunes el paso hacia el mimetismo al que tanto tiempo dedican. Buen viaje de ida. Tanta paz les llegue como descanso dejan.    

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