sábado, 27 de septiembre de 2014


     El enfermo

Resulta curioso el calificativo que se suele atribuir a aquel individuo que se escuda tras él para saltarse la ley. O mejor para utilizarla en su propio beneficio. No creo que sea muy aconsejable permitir que las palabras broten desde la indignación que como cualquier ser humano siento ante la repugnancia de la noticia. Pues sí, parece ser que sí, que el elemento en cuestión tenía antecedentes. Pues sí, parece ser que sí, que ya cumplió condena por pederasta hace años. Pues sí, parece ser que sí, que nadie desde el recinto penitenciario aprobó su salida del mismo por considerarlo no rehabilitado. Pues sí, parece ser que sí, que la decisión partió del iluminado de turno que quiso convertirse en el más de los mejores adalides de la reforma educativa de tal alimaña……Aprovecharé unos segundos para que los puntos suspensivos serenen los impulsos de tildar a quien ya de por sí se tilda. Igual si no lo hago así, acabo dándole argumentos para condenarme por vaya usted a saber qué epígrafe y no es plan. Como no es plan que sigan haciendo comulgar con ruedas de molino a quienes han sufrido en propias carnes la agresión hacia la inocencia. Ahora a ver quien les justifica los motivos que permitieron dejar al libre albedrío al enfermo fingido…..Vuelvo a aprovechar la pausa para que la ira no escriba por mí y las tentaciones de la ley de Talión salen a mi encuentro. Y con ellas aquellas lecciones que un señor acostumbrado a la dureza del campo aplicaba a sus perros. No he visto a nadie al que quisieran más unos animales como aquel que les enseñaba la norma desde recién nacidos. Esos animales sabían sobradamente lo que significaba correcto y no correcto. Y así actuaban siempre. Y por eso ninguno de ellos se extrañó de las medidas definitivas que el amo de todos tomó hacia aquel que osó morder a su hija. Entendieron perfectamente el sentido del bien y el del mal. Y lo más curioso fue que cuando con sus movimientos de rabos alguno preguntó el porqué de la actuación del que hasta hacía poco había compartido comida, compañía y corral, todos contestaron al unísono con sus ladridos que estaba enfermo y no tenía curación. Qué pena que algún promulgador de igualdades desde la estupidez no sea capaz de entender esto tan sencillo que hasta los perros más dóciles o agresivos entienden a la primera. Hay enfermos que no tienen cura, y deberían saberlo, por más oportunidades que se les den y se les sigan negando a las auténticas víctimas.


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