La
última instantánea
Han salido a la luz las instantáneas macabras
en las que un difunto era obligado a posar con algún allegado. Y digo obligado
porque se me hace harto difícil imaginar que entre sus últimas voluntades
estuviese contemplada tal opción. Como broma, digamos que supera ampliamente el
mal gusto. Como iniciativa personal del cercano, digamos que denota una falta
de escrúpulos absoluta ante sus propios, sí, sus propios, deseos de
originalidad hilarante. Hemos alcanzado tal nivel subterráneo de zafiedad que ni siquiera el humor con
mayúsculas se salva. Se dieron risas grabadas a caídas filmadas, a accidentes
más o menos provocados, a borracheras incontroladas, y nadie reparó en el
límite que se establecía y retaba a superar. Lejos de mí la intención de
asignar un trono a la seriedad en el devenir diario; pero al menos sería
exigible un mínimo de inteligencia a la hora de querer ser gracioso al
mostrarse como tal. Nada hay más sano ni más temido que la risa cuando nace
como dardo hacia el necio gobernante, hacia el dictadorzuelo absurdo, hacia el
próximo engreído. Pruebas ha dado la historia de la persecución a la que ha
sido sometida y de nada vale conformarse con gilipolleces abiertas al mundo
para acreditarse como divertido, salvo que la propia necedad y conformismo nos
anime a aceptarlo entre tanta vorágine de bilis que a diario se destila. Si
optamos por la seriedad absoluta, la úlcera será una de las respuestas; si
optamos por el divertimento ridículo y simplón la estupidez hará de maestra de
ceremonias ante nuestro adviento. De modo que promulgo una opción múltiple a
modo de legado en vida para cuando me llegue el finiquito. En primer lugar un epitafio acorde al caso
que destierre a la pena y promueva la risa. En segundo lugar la banda sonora de
Thriller por si Jackson realiza un remake y me incluye. En tercer lugar el
Soneto V de Garcilaso y mis zapatillas que impreso lo llevan. En cuarto lugar
un lápiz y un cuaderno por si desde el más allá continúo emborronando hojas.
Creo que no se me olvida algo, excepto añadir el hecho de que posaré gustoso
antes de que las altas temperaturas me conviertan en cenizas. Así que no habrá
necesidad de renovar vida ya extinta del
fenecido que seré. ¡Ah!, y caso de que alguien (que lo dudo) preguntase, contestadle a ritmo de
rumba catalana que no estoy muerto, que sigo tomando cañas, lerén, lerén.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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