viernes, 19 de septiembre de 2014


    Tu nombre

Más de  uno  tarareará el “…..me sabe a yerba” al leer el título y en algún caso así será. Ardua decisión que los progenitores toman o tomamos cuando el turno nos llega para hacernos poseedores del mismo. A veces se imponen criterios familiares como sucesión del mismo, o modas televisivas, o cinematográficas, o musicales. La cuestión es que una vez adquirido sin decisión del afectado, cargas con él de por vida. O lo disfrutas. En alguna ocasión comprobarás el significado etimológico del mismo para que desentrañe las supuestas virtudes y los más que livianos defectos que carga sobre sí. También será rechazado aquel que nos rememore antecesores indignos y por lo tanto evitables. Pero hay algo en lo que pocas veces reparamos y es en la huella que deja en aquellos a quienes importamos o la reciprocidad que provoca en nosotros el suyo.  Se nos adhiere al espigón en el que se ha convertido nuestra piel y nos acompaña  como lapa gustosa de por vida. Habla de nosotros como sólo los silencios son capaces de hacerlo. Desde la gratitud de habernos cruzado con el poseedor del mismo,  gozamos  al sabernos nombrados por las emociones que les despierta  y nos sentimos deudores.  Pero cuando más nos sentimos  sorprendidos es al descubrir que,  por más veces que el tuyo se haya cruzado en la vida de quien te  amó, nunca logró destronarte. Entonces es cuando vislumbras el suyo y sonríes al saber que compartes el hecho. Con un poco de suerte,  con un poco de complicidad del destino hacia ti, te evitarás la repetición. Pero sabes que no serás capaz de pronunciarlo de igual modo si llegase el caso. De los sentimientos que recibirá quien de nuevas se aproxime a ti, el tiempo irá decidiendo. Callarás que antes alguien que pasó por tu vida te otorgó  el  privilegio  de tenerla adherida como sólo la pasión  es capaz de adherirse a los pies que descalzos caminan sobre ella en aras de la dicha. Quién sabe si pecar de original al adjudicar un nombre no evita el sufrimiento de cruzarse con él cuando menos lo esperas. Lo cierto y verdad es que no he sido capaz de repetir y todavía sigo pensando si las estrellas han jugado a mi favor para no dañar ni ser dañado. Sea como fuere, todos aquellos que se me hicieron cercanos, me siguen sabiendo a yerba y así los tarareo desde la esperanza  de escuchar en ellas el mismo estribillo.

  

 Jesús(http://defrijan.bubok.es)

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