Tu
nombre
Más de uno
tarareará el “…..me sabe a yerba” al leer el título y en algún caso así
será. Ardua decisión que los progenitores toman o tomamos cuando el turno nos
llega para hacernos poseedores del mismo. A veces se imponen criterios
familiares como sucesión del mismo, o modas televisivas, o cinematográficas, o
musicales. La cuestión es que una vez adquirido sin decisión del afectado,
cargas con él de por vida. O lo disfrutas. En alguna ocasión comprobarás el
significado etimológico del mismo para que desentrañe las supuestas virtudes y
los más que livianos defectos que carga sobre sí. También será rechazado aquel
que nos rememore antecesores indignos y por lo tanto evitables. Pero hay algo
en lo que pocas veces reparamos y es en la huella que deja en aquellos a
quienes importamos o la reciprocidad que provoca en nosotros el suyo. Se nos adhiere al espigón en el que se ha
convertido nuestra piel y nos acompaña como
lapa gustosa de por vida. Habla de nosotros como sólo los silencios son capaces
de hacerlo. Desde la gratitud de habernos cruzado con el poseedor del mismo, gozamos al sabernos nombrados por las emociones que
les despierta y nos sentimos deudores. Pero cuando más nos sentimos sorprendidos es al descubrir que, por más veces que el tuyo se haya cruzado en
la vida de quien te amó, nunca logró
destronarte. Entonces es cuando vislumbras el suyo y sonríes al saber que
compartes el hecho. Con un poco de suerte, con un poco de complicidad del destino hacia
ti, te evitarás la repetición. Pero sabes que no serás capaz de pronunciarlo de
igual modo si llegase el caso. De los sentimientos que recibirá quien de nuevas
se aproxime a ti, el tiempo irá decidiendo. Callarás que antes alguien que pasó
por tu vida te otorgó el privilegio de tenerla adherida como sólo la pasión es capaz de adherirse a los pies que descalzos
caminan sobre ella en aras de la dicha. Quién sabe si pecar de original al
adjudicar un nombre no evita el sufrimiento de cruzarse con él cuando menos lo
esperas. Lo cierto y verdad es que no he sido capaz de repetir y todavía sigo
pensando si las estrellas han jugado a mi favor para no dañar ni ser dañado. Sea
como fuere, todos aquellos que se me hicieron cercanos, me siguen sabiendo a
yerba y así los tarareo desde la esperanza
de escuchar en ellas el mismo estribillo.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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