jueves, 18 de septiembre de 2014


     Sin cobertura

Hubo tiempos en los que la comunicación telefónica resultaba una quimera altamente deseada y bajamente conseguida. Tiempos en los que la telefonista manejaba clavijas enlazando conversaciones que dormían al abrigo del deseo de hacerse realidad. Tiempos en los que el devenir pausado de la vida daba prioridad a lo cotidiano, a lo cercano, a lo real. Pero aquellos tiempos han quedado en el recuerdo que sale a la luz cuando alguna instantánea decide asomarse para dar fe. Hoy, la tecnología se ha hecho tan nuestra que los dedos prensiles se aferran a dispositivos con los que wasapear o buscar comunicaciones con conocidos o no tanto. Todo correcto, menos si decides utilizarlas desde una zona de recreo que pasa a engrosar la lista de menospreciadas por las compañías telefónicas. Allí, en dichas zonas tan queridas como olvidadas, se impondrá el criterio economicista del directivo de turno y supongo, que aduciendo falta de clientela, nos dejará a oscuras. Unas dirán que no les compensa económicamente; otras dirán que la normativa así lo contempla; nadie aducirá que es prioritario el derecho a un buen servicio  a todo lo demás. Vagaremos en busca de la limosna en forma de wifi desde la que cubrir carencias, y eso sí, en caso de lograr enviar un mensaje, esperar pacientemente a que llegue a su destino como si de una carta certificada con sellos de los años sesenta se tratase. De vergüenza, sencillamente, de vergüenza. Este Pluripolio  consentido deja de lado a quienes cotizamos religiosamente con lo que sus facturas contemplan y nadie se disculpa ni lo soluciona. ¿Qué hemos de regresar a aquellos años en los que el colapso se producía desde la centralita al uso? Si eso es lo que potencian, deberíamos reclamar a los políticos que las permiten, soluciones inmediatas.  Salvo, claro está, que no estén dispuestos a renunciar al sillón que les está esperando en alguno de los consejos  de administración de quienes manejan las comunicaciones hoy en día. Si es esa la razón por la que no les exigen lo que en justicia nos pertenece, no sólo están ofreciendo una dejación de funciones, sino que además la felonía les cataloga. Si la razón fuese de índole técnico, quizás con una explicación previa a la firma del contrato como usuario en la que se nos advirtiese de las carencias, nos haría replantearnos el mismo. Sea como fuere, tengan la decencia, que no la amabilidad, de cumplir con su parte del acuerdo. Pagamos por la primera y la segunda no nos compensa ni nos interesa lo más mínimo.   

 

 Jesús(http://defrijan.bubok.es)

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