Sin
cobertura
Hubo tiempos en los que la
comunicación telefónica resultaba una quimera altamente deseada y bajamente
conseguida. Tiempos en los que la telefonista manejaba clavijas enlazando
conversaciones que dormían al abrigo del deseo de hacerse realidad. Tiempos en
los que el devenir pausado de la vida daba prioridad a lo cotidiano, a lo
cercano, a lo real. Pero aquellos tiempos han quedado en el recuerdo que sale a
la luz cuando alguna instantánea decide asomarse para dar fe. Hoy, la
tecnología se ha hecho tan nuestra que los dedos prensiles se aferran a
dispositivos con los que wasapear o buscar comunicaciones con conocidos o no
tanto. Todo correcto, menos si decides utilizarlas desde una zona de recreo que
pasa a engrosar la lista de menospreciadas por las compañías telefónicas. Allí,
en dichas zonas tan queridas como olvidadas, se impondrá el criterio
economicista del directivo de turno y supongo, que aduciendo falta de
clientela, nos dejará a oscuras. Unas dirán que no les compensa económicamente;
otras dirán que la normativa así lo contempla; nadie aducirá que es prioritario
el derecho a un buen servicio a todo lo
demás. Vagaremos en busca de la limosna en forma de wifi desde la que cubrir
carencias, y eso sí, en caso de lograr enviar un mensaje, esperar pacientemente
a que llegue a su destino como si de una carta certificada con sellos de los
años sesenta se tratase. De vergüenza, sencillamente, de vergüenza. Este
Pluripolio consentido deja de lado a
quienes cotizamos religiosamente con lo que sus facturas contemplan y nadie se
disculpa ni lo soluciona. ¿Qué hemos de regresar a aquellos años en los que el
colapso se producía desde la centralita al uso? Si eso es lo que potencian,
deberíamos reclamar a los políticos que las permiten, soluciones inmediatas. Salvo, claro está, que no estén dispuestos a
renunciar al sillón que les está esperando en alguno de los consejos de administración de quienes manejan las
comunicaciones hoy en día. Si es esa la razón por la que no les exigen lo que
en justicia nos pertenece, no sólo están ofreciendo una dejación de funciones,
sino que además la felonía les cataloga. Si la razón fuese de índole técnico,
quizás con una explicación previa a la firma del contrato como usuario en la
que se nos advirtiese de las carencias, nos haría replantearnos el mismo. Sea
como fuere, tengan la decencia, que no la amabilidad, de cumplir con su parte
del acuerdo. Pagamos por la primera y la segunda no nos compensa ni nos
interesa lo más mínimo.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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