El
banquero
Al hilo del fallecimiento de
Botín, tras el pésame incógnito a los allegados, regresan a mi memoria las
miles de anécdotas que viví entre los bancos y mi padre. Éste fue corresponsal
de dos de ellos con lo que esta tarea suponía de esfuerzo y dedicación. Tiempos
en los que los ahorros se depositaban en una entidad que para la mayoría de los
vecinos no era otra sucursal que mi propia casa. Allí depositaban el dinero que
mi padre ingresaba en sus respectivas cuentas liquidando convenientemente los
intereses llegado el plazo. Firmas de
huellas dactilares acompañadas de testigos que daban fe de las transacciones
quedaron impresas en las múltiples copias de papel de calco que acumularon
archivadores en los estantes. Así año
tras año dando muestras de eficacia y honradez basada en la lealtad al
cercano. Por eso, aquella vez en la que,
tras ser representante de dos de los más
importantes, solicitó corresponsalía a un tercero, no dejó de sorprenderle el
hecho de que éste último banco adujese falta de categoría en mi progenitor para
representarles. Pasaron los meses, y viendo el nivel de clientes que gracias a
su labor sumaba la competencia, recibió una carta en la que se retractaban de
la decisión anterior y aceptaban su solicitud. Obviamente, les contestó. Y
en la respuesta dejaba claro que quizás
no habían valorado la posibilidad de que la categoría del banco no fuese
suficiente para ser representados por él.
Órdago orgulloso que propició la visita en persona de los gerifaltes
conquenses que al runrún del dinero acudieron a convencerlo a mi casa. Una vez
aceptadas las condiciones, éstos pasaron a ser representados y con el tiempo,
esta entidad, de las más valoradas. Entrar en detalles como las advertencias
ante Sofico (ver hemerotecas) a los vecinos
seducidos por sublimes intereses, reembolsar billetes a quien no los
había contado convenientemente y entregaba en exceso ( ¿verdad, Florentina?) ,
cumplir con puntualidad extrema con los plazos de liquidación, no son más que
una muestra de lo que la decencia promulgaba desterrando al engaño o a la
codicia. Por si esto fuese insuficiente, renunció a un futuro y seguro puesto
de director de la oficina que la Caja de Ahorros inauguró en Enguídanos. El argumento que utilizó, aún hoy suena a
quijotesco. No aceptaría llevarse los clientes de los bancos que le otorgaron
corresponsalía por más halagüeña que fuese la contraprestación. Pagó la
fidelidad con su palabra. Por eso, caso de que coincidan en el más allá, tenga
cuidado con la propuesta que le hace, señor Botín. Igual le sorprende que quien
está parapetado detrás de la Olivetti le exige como avales algo que quizás le
suena a extraño: Honradez
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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