martes, 19 de mayo de 2015


Las explicaciones

Desde siempre se han considerado a las explicaciones como esas compañeras indispensables ante las dudas no resueltas. Ellas son las que dictaminan si el resultado final de un problema cumple con la duda planteada y en su respuesta alivia desazones o reinicia una nueva búsqueda que dé con el resultado apetecido. Efectivamente, esas son las explicaciones en el mundo racional en el que los postulados científicos así lo exigen y en ellas encuentran consuelo los problemas solucionados correctamente. Pero, afortunadamente, la dualidad existencial se completa con la vertiente emocional que en absoluto está sometida a esos axiomas. Nada de lo que sucede en el mundo de las emociones debe ser explicado porque nada de lo nacido en esa cuna lo hace desde la racionalidad. No se puede explicar el cómo cuando lo esencial es el qué. Ni se puede explicar ni se debe pedir explicación. Más que nada porque en ese yo íntimo el acceso está tan restringido como el deseo del dueño decida. En el mejor de los casos, ante la imposibilidad de entendimiento, lo mejor que podemos hacer es aceptar las formas que el otro manifiesta sin partir de premisas que solamente nacen en nuestra imaginación. Y todo esto por la simple razón de que nada es capaz de poner argollas a lo que nace y quiere seguir siendo libre sin justificaciones innecesarias. No hemos de suponer  la maldad en lo que suele ser tan sencillo como la propia necesidad del propio espacio y tiempo. Tiempo y espacio para respirar el polen inspirado a la espera de un nuevo argumento que con suerte verá la luz en el futuro y que quizás consiga resolver las  dudas a quien las tuvo en su día. Nada es menos permisible en la inspiración que la falta de aire por inflamación de la glotis al explicar lo que no debe ser explicado. La libertad es tan libre que ni siquiera él mismo se atreve a condicionar horarios, momentos o silencios de su propia ruta. De modo que no seré yo quien someta a la rigidez del dogma. No, en absoluto, ni sería correcto, ni satisfaría a los principios que desde hace años me fueron explicados. Quizás mi error parte de suponer que todos entienden del mismo modo las explicaciones y por eso me niego a darlas. Quien me conoce no las necesita y quien no me conoce ya las aceptará si quiere. Así actúo hacia los demás y así espero  que los demás actúen hacia   ellos mismos y hacia mí.      

Jesús(http://defrijan.bubok.es) 

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