Las explicaciones
Desde siempre se han considerado a las explicaciones como
esas compañeras indispensables ante las dudas no resueltas. Ellas son las que
dictaminan si el resultado final de un problema cumple con la duda planteada y
en su respuesta alivia desazones o reinicia una nueva búsqueda que dé con el
resultado apetecido. Efectivamente, esas son las explicaciones en el mundo
racional en el que los postulados científicos así lo exigen y en ellas
encuentran consuelo los problemas solucionados correctamente. Pero,
afortunadamente, la dualidad existencial se completa con la vertiente emocional
que en absoluto está sometida a esos axiomas. Nada de lo que sucede en el mundo
de las emociones debe ser explicado porque nada de lo nacido en esa cuna lo
hace desde la racionalidad. No se puede explicar el cómo cuando lo esencial es
el qué. Ni se puede explicar ni se debe pedir explicación. Más que nada porque
en ese yo íntimo el acceso está tan restringido como el deseo del dueño decida.
En el mejor de los casos, ante la imposibilidad de entendimiento, lo mejor que
podemos hacer es aceptar las formas que el otro manifiesta sin partir de
premisas que solamente nacen en nuestra imaginación. Y todo esto por la simple
razón de que nada es capaz de poner argollas a lo que nace y quiere seguir
siendo libre sin justificaciones innecesarias. No hemos de suponer la maldad en lo que suele ser tan sencillo
como la propia necesidad del propio espacio y tiempo. Tiempo y espacio para
respirar el polen inspirado a la espera de un nuevo argumento que con suerte verá
la luz en el futuro y que quizás consiga resolver las dudas a quien las tuvo en su día. Nada es
menos permisible en la inspiración que la falta de aire por inflamación de la
glotis al explicar lo que no debe ser explicado. La libertad es tan libre que
ni siquiera él mismo se atreve a condicionar horarios, momentos o silencios de
su propia ruta. De modo que no seré yo quien someta a la rigidez del dogma. No,
en absoluto, ni sería correcto, ni satisfaría a los principios que desde hace
años me fueron explicados. Quizás mi error parte de suponer que todos entienden
del mismo modo las explicaciones y por eso me niego a darlas. Quien me conoce
no las necesita y quien no me conoce ya las aceptará si quiere. Así actúo hacia
los demás y así espero que los demás
actúen hacia ellos mismos y hacia mí.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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