El borrador
Curioso que lleve por
título a tal cuando toda tu vida de contribuyente aparece reflejada con tinta
imborrable. A modo de felicitaciones atrasadas navideñas acuden a la cita con
nuestros buzones para recordarnos cuál es nuestro papel como ciudadanos. Y ahí
estamos, recibiéndolo como si fuesen diagnósticos que por principio suponemos
dañinos. Atrás quedaron aquellas estampitas que el barrendero de tu barrio te
dejaba con sus mejores deseos de prosperidad para convertirse en la amenaza del
aguinaldo inverso. Lo abres con cuidado y la expresión que se refleja en tu
rostro es la del reo que acaba de recibir su condena. Tienes dos opciones para
la alegría o para la tristeza, según el balance ministerial haya jugado sus
cartas. Si te reclaman dinero, pensarás que la injusticia se adueña de tus
emolumentos para arruinarte más aún. Maldecirás tu falta de previsión y
aparecerán aquellos dispendios que te juzgarán a peor por más que los
disfrutases en su día. Si deciden hacerte beneficiario de unas devoluciones,
saltarás de alegría como si ese reintegro no se te debiera por habértelo
esquilmado meses antes. Deseos te dan de agradecerle al ministrable de turno el
haberse convertido en tu propio ahorrador que ahora te recompensa. ¡Seremos
ingenuos! Devuelven lo que no debieron cobrar y buscan nuestra alegría. Así que
no sé si alegrarme o enfurecerme porque ambas opciones tiene su aquel. Hace
días que llegó el susodicho sobre y no he tenido el valor ni las ganas de abrirlo aún. Voy a dar por mal calculado todo y empezaré a
indagar de qué modo puedo recobrar un inexistente equilibrio personal y
financiero. Viajar a Suiza no entra en mis planes, más que nada para no hacer
el ridículo llevando monedas sueltas que es a lo que más aspiro. De los
beneficios conseguidos por la autoedición de mis libros, mejor no hablar, para
no volverme a desangrar el ánimo con los gastos en absoluto cubiertos de la
venta de los mismos. Organizarme sin otro ánimo de lucro que el mío mismo
llevaría su tiempo y ese tiempo apremia. No sé, no sé. Creo que no me quedará
otra opción que seguir como de costumbre actuando como contribuyente ejemplar y
controlado (todo hay que decirlo) que presumo de ser, a qué remedio. Porque
está claro que ni soy un deportista de élite que llora por tener que pagar lo
que considera excesivo, ni soy un político al uso que se mueve entre las
cloacas putrefactas del prestidigitador sin dar ejemplo. De cualquier forma, si
encuentro algún método que me salve de este sacrificio seguro que no me atrevo
a ponerlo en práctica porque cada cual aprende una cartilla ética en su vida y
debe ser coherente con lo aprendido en ella. Voy a abrir el sobre a ver qué me augura……¡lo sabía, mira que lo
sabía!
Jesús(defrijan)
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