miércoles, 6 de mayo de 2015

de " A CIEGAS"

 

     Honey eyes

Cuenta la leyenda que cuando dios decidió completar su obra expandió la gama de colores y se los fue adjudicando a cada creatura. Y que cuando la primera lista resultó cubierta, las variaciones cromáticas buscaron hacerse un hueco para reivindicar su bella existencia. Los acuerdos florecieron entre seres y brillos hasta que la miel reclamó la exclusividad del dorado. Rápidamente el sol solicitó su parte y la disputa comenzó a encarnizar voluntades y deseos. Prolongáronse días y noches y ninguna de las partes cedía. Así que el juez supremo salomonizó por sentencia el otorgarles a ambos, astro y miel, la posibilidad de distinguirse del resto luciendo tal color. Lo que no sospecharon fue que se guardó como prioritaria decisión la esencia primera para depositarla en sus ojos. Y así entre el pudor y el orgullo fluctúa sabiéndose dueña de semejante mirada. El pudor la lleva a colgar la medalla a la reverberación de la tarde en las pupilas que se prestan notarias del crepúsculo. El orgullo lo esconde para evitar la proliferación de semillas de envidia que le resultarían incómodas. Se ha acostumbrado a caminar sobre la arena en los rincones inmaculados que vírgenes se muestran de pisadas, y en ellos encuentra el solaz, la inspiración y las respuestas no buscadas. Esconde para sí lo que a todas luces debería mostrar. La pluma vive en la orfandad de sus silencios temerosos de abrirse a las incomprensiones. Se sabe,  por ser, punto de apoyo y consuelo de quien se ve necesitado y la aflicción se apodera de su sangre cuando se nota errada en el auxilio. Calla y en su silencio dice más de lo que se puede descubrir en otros voceríos. Los mil papeles de la representación onírica la bambolean entre los argumentos que se muestran serviles a ser elegidos por la miel de su mirada para ser escenificados  en el anfiteatro de la realidad que rechaza si  sabe a ingrata. Le mutan de color conforme las estaciones del ánimo deciden y siempre se enmarcan en la sonrisa de la discreción que viaja con ella. Mar y azahares barnizan sus escalas en la escalera racional y en ellos el edén se le muestra.   La veréis llegar sin hacer ruido, carente de fanfarrias anunciadoras, sin tonos agudos que la anuncien. Concha hermética que guarda su perla para que sólo la diseñe el nácar que le sea fiable desde el alma mostrada. Ella ya le dará la forma de modo paciente ocultando su valor para no despertar recelos. No se perdonaría dañar desde la no intención y por eso rechaza la apertura de brechas sangrantes. Cualquier estación la exprime como jugo de la fruta existencial que el árbol del bien ofrece fingiendo  equidad ante todas ellas para no discriminar a ninguna del cuarteto. Despierta  el día y aquellos que anochecieron dorados, vestidos de verdes se desperezan. Todo sin prisa como melodía del fauno del jardín del edén. Mientras, ignorante de sus dones,  no sospecha, ni alardea,  de lo que descuidadamente no ha rubricado, por no expandir  ecos de soberbia al hecho de desconocerse  boceto  partícipe de la primavera  botticelliana que renace  en el dorado. Calla la leyenda que los panales se orientan al sol y comparten con él la pena de saberse malas copias de semejante mirada que en el crepúsculo  despierta acunando  a la noche. 
 
 
Jesús(defrijan)

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