viernes, 29 de mayo de 2015


Juan Perro o la excelencia evolutiva

Apareció acompañado  por una maestra de ceremonias que oficiaba de entrevistadora. Un escenario con los micrófonos expectantes aguardando su turno y las guitarras dormitando a media luz. En el centro, un sofá rojo a modo y manera de estrado íntimo en el que fue desgranando su dilatada carrera. Algún que otro capote ante los toques de divismo que la presentadora no supo medir empezaron a hablar de este camaleón musical. Salieron a la luz sus apetencias lectivas en aquellos años onubenses en los que la topografía servía de excusa para conseguir sus metas. Su descubrimiento de la filosofía y el embarque hacia un París en el que degustó más placeres  de los que sacó a la luz y que le aportaron una visión cosmopolita de su devenir musical futuro. Y todo expuesto desde la sombra de un sombrero a modo morrisoniano bajo el que un intelecto fuera de lo corriente se manifestaba. Sorna baturra aderezada con menciones cultas hablaban de las pertenecías de su mochila intelectual. Y como para no darse importancia, no alardeó de triunfos pasados en ninguno de los niveles, incluido el amoroso. Sabía que su sitio perdura en la memoria y no es cuestión de seguir viviendo de aquella. Por eso con las mínimas concesiones al retrovisor y con permiso del mar dio paso a sus acompañantes. Tres genios que arroparon sonidos desde una guitarra con sabores de Gracia, un saxo barítono y clarinete llegados del Maresme y una trompeta gillespiana  que sonaba a próxima. Todo bajo una sutileza jazzística que recorrió la sala transportándonos por los meridianos del son cubano, de la bossa nova brasileña, de las melodías del Misisipi de Duke. Un viaje alejado de modismos que portaba un aire fresco al enrarecido mundo de las corcheas con el que se empeñan  en enredarnos. Que las introducciones de los temas viniesen de la mano de una dicción erudita de Santiago en la que el humor aparecía desde la inteligencia hablan por sí mismas de lo que anoche presenciamos. Improvisaciones que reventaron en aplausos y un saber hacer digno solo de los elegidos.  Un deleite para los sentidos y una esperanza en el futuro musical que se aleja de postulados meramente comerciales. Aquellos que sepan, busquen, necesiten o añoren algo diferentemente bueno, que chisten al Perro de Juan; verán como acude presto a su llamada y no les decepcionan las muestras de verdad que sus ladridos aportan.       

 

Jesús(defrijan)

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