jueves, 21 de mayo de 2015


Los amarres amorosos

Según dicen los creyentes en ellos, los amarres amorosos, son esos sortilegios que acaban trucando el sorteo que Cupido decide al disparar las flechas. Son una especie de ruleta rusa en la que el giro de la bola siempre se garantiza el final en la casilla deseada. Para ello, nada mejor que dejarse guiar por un o una crupier avezado que sepa de su oficio para garantizarte el éxito  ansiado. Así  que la proliferación de Celestinas en la actualidad va en proporción inversa  al empañamiento del espejo del Calisto que no consigue a su Melibea. De nada sirve sopesar en una balanza pros y contras del amante soñador si este no es capaz de ver en su platillo más deméritos que virtudes con las que conseguir los favores de la damisela en cuestión. Pensará que en la dote que aporta en la carabela de la conquista los pendones hablan por sí solo de quién es el pretendiente y del futuro halagüeño que le espera a la afortunada que le conceda sus favores. Y caso de que los vientos en calma no consigan hinchar las velas en esa travesía, entonces buscar la ayuda en los remos acompasados de los chamanes de prestigio. Estos o estas ofrecerán las más variadas técnicas, que por insólitas serán creídas. Dará lo mismo si en la marmita se cuecen ranas, sapos, culebras, nabos, o cualquier otro ingrediente si el fin justifica los medios. Dará lo mismo si la irracionalidad se impone al sentido lógico mientras este te susurra al oído tus nulas posibilidades. La cuestión radicará en el axioma aquel que asegura conseguir todo aquello que deseas con todas tus fuerzas porque el Universo conspirará a tu favor como si el Universo no tuviese bastante con aclararse si está en la fase del Big o en  la del Bang y se le conminase a la ayuda urgente. Y es que no hay nada más productivo que comerciar con las ilusiones. Y de ilusos está el mundo congestionado sin ser una excepción el apartado amoroso. Sea como sea demos por justificable la creencia en el éxito de quien invirtió ahorros en ello. Demos por válida la profesionalidad de quien garantizó el triunfo y a la postre cobró por ello aunque no llegase. Pero demos por inadmisible que la pernada conseguida al tributar por ello no admite devolución inmediata si el balance es negativo ¡Hasta podríamos llegara!¡Ese amarre no era el solicitado! Encima de no conseguir a la Julieta soñada, no se nos reintegra lo abonado en concepto de impuestos. ¡Qué poco romanticismo demuestran, caramba! Abogo por la inmediata devolución de todo el capital invertido, que bastante pena lleva encima. Más que nada por si el día de mañana nos vemos en una situación similar.

Jesús(http://defrijan.bubok.es) 

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