Los amarres amorosos
Según dicen los creyentes en ellos, los amarres amorosos,
son esos sortilegios que acaban trucando el sorteo que Cupido decide al
disparar las flechas. Son una especie de ruleta rusa en la que el giro de la
bola siempre se garantiza el final en la casilla deseada. Para ello, nada mejor
que dejarse guiar por un o una crupier avezado que sepa de su oficio para
garantizarte el éxito ansiado. Así que la proliferación de Celestinas en la
actualidad va en proporción inversa al
empañamiento del espejo del Calisto que no consigue a su Melibea. De nada sirve
sopesar en una balanza pros y contras del amante soñador si este no es capaz de
ver en su platillo más deméritos que virtudes con las que conseguir los favores
de la damisela en cuestión. Pensará que en la dote que aporta en la carabela de
la conquista los pendones hablan por sí solo de quién es el pretendiente y del
futuro halagüeño que le espera a la afortunada que le conceda sus favores. Y
caso de que los vientos en calma no consigan hinchar las velas en esa travesía,
entonces buscar la ayuda en los remos acompasados de los chamanes de prestigio.
Estos o estas ofrecerán las más variadas técnicas, que por insólitas serán
creídas. Dará lo mismo si en la marmita se cuecen ranas, sapos, culebras,
nabos, o cualquier otro ingrediente si el fin justifica los medios. Dará lo
mismo si la irracionalidad se impone al sentido lógico mientras este te susurra
al oído tus nulas posibilidades. La cuestión radicará en el axioma aquel que
asegura conseguir todo aquello que deseas con todas tus fuerzas porque el Universo
conspirará a tu favor como si el Universo no tuviese bastante con aclararse si
está en la fase del Big o en la del Bang
y se le conminase a la ayuda urgente. Y es que no hay nada más productivo que
comerciar con las ilusiones. Y de ilusos está el mundo congestionado sin ser una
excepción el apartado amoroso. Sea como sea demos por justificable la creencia
en el éxito de quien invirtió ahorros en ello. Demos por válida la
profesionalidad de quien garantizó el triunfo y a la postre cobró por ello
aunque no llegase. Pero demos por inadmisible que la pernada conseguida al
tributar por ello no admite devolución inmediata si el balance es negativo ¡Hasta
podríamos llegara!¡Ese amarre no era el solicitado! Encima de no conseguir a la
Julieta soñada, no se nos reintegra lo abonado en concepto de impuestos. ¡Qué
poco romanticismo demuestran, caramba! Abogo por la inmediata devolución de
todo el capital invertido, que bastante pena lleva encima. Más que nada por si
el día de mañana nos vemos en una situación similar.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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