DadBod
Todo era
cuestión de tiempo, de saber esperar, de saber que las modas giran en el
carrusel de la temporalidad. Efectivamente, esta moda llamada cuerpo de papá se
ha instaurado. Y aunque como toda moda será temporal, hemos de aprovecharla
aquellos que ya la lucimos desde tiempos inmemoriales. La cuestión está en que
la tan denostada barriga cervecera, gracias a ser lucida por las estrellas del
celuloide, ha sido elevada al trono que nunca tuvo. Tantos regímenes
inservibles, tantas subidas y bajadas a la báscula, tantas noches con tripas
crujientes que clamaban alimento, han llegado a su fin. De aquí hasta que pase
la moda, esa protuberancia nacida del lúpulo ingerido lucirá lorzas a modo de
corona imperial a la que rendirán pleitesía todo tipo de tapas a modo de
cortesanas complacientes. Hagan hueco a las patatas bravas, a los pescaítos
fritos, a los calamares rebozados, a las papas con chorizo, al morteruelo, al
ajoarriero y a todos aquellos peones que pidan hueco en ese tablero de ajedrez
llamada ágape festivo. Y de paso, los rótulos que anunciaban tallas especiales,
que pasen a ser pasto de las llamas en esa hoguera purificadora de medidas
punitivas. Dará lo mismo si el cinturón precisa de cuatro orificios más que
antes o si precisa ser sustituido por unos tirantes. La moda manda y a ella responderemos
del mejor modo posible y en este caso complaciente. Y cuando transitemos como
clones vivientes de Buda, nadie fijará sus ojos en las ingles en las que se
pierden las hebillas de metal. Más bien realizarán una reverencia de respeto y
en algún caso de envidia. Atrás quedarán los agoreros pronósticos en los que la
medicina nos aventuraba todo tipo de males a los que sucumbir en aras a la
devoción a Baco. Hubo tiempos en lo que lucir sobrepeso se tomaba como signo de
salud y por lo visto regresan. Dejemos hueco en el trastero a las fajas
reductoras y que los mofletes trompetistas sonrosados salgan a la pasarela. Que
las trébedes comiencen a alinearse a modo de fogones parrilleros. Las talas
hacia olivos, naranjos, vides, carrascas y demás voluntariosos leños se
acicalen para dar colorido y sabor a las viandas otrora denostadas. Y de paso,
que las retortas, bombonas, botas, porrones y demás vasijas pasen a ser
reconocida como samaritanas de quienes tantos años cruzamos el desierto de la
incomprensión perfilada. En cualquier caso, tampoco conviene pasarse; ya sabemos
cómo son las tendencias y el día menos
pensado regresa la moda que ahora parece obsoleta.
Jesús(defrijan)
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