martes, 30 de junio de 2015


Los encargos

Siguen siendo los encargos esos favores que solemos solicitar a quien dispone de más tiempo o posibilidades de realizárnoslos. Últimamente más en desuso, tuvieron años atrás su función práctica ante la petición amistosa. Y raras veces se negaba el mismo por parte del solicitado al saber que su turno podría intercambiarse en cualquier fecha próxima. Con ello se estrechaban los lazos de vecindad y de amistad más de lo que ya lo estaban y la cadena de favores se extendía a voluntad. Las prisas, las distancias, las timideces, han ido poco a poco relegando a este acto de camaradería al rincón del olvido y es extraño que se soliciten a voz alzada. Supongo que con ello se pretende esconder la falsa idea de debilidad o incompetencia por parte del solicitante como si todos fuésemos invencibles superhéroes que pudiésemos con todo y con más. De ahí que cuando las tecnologías se empeñan en alzar un muro de incomunicación en la paradoja que supone estar más comunicados, el recibir un encargo supone un retorno a la cordura del favor y agradecimiento según a qué lado  estemos situados. Hoy que la tendencia va encaminada a lo virtual para evitar sobrecostes productivos que acabarán en stocks de posible venta futura, el uso del plástico digital como forma de pago sigue teniendo como etiqueta el recelo de quien no ha perdido de vista lo tangible. Con el tiempo y la intensidad de uso hemos sido capaces de realizar transacciones en estaciones de servicio, restaurantes, páginas de vuelos con ofertas de última hora, y todo nos resulta ya familiar. Sin embargo siguen sumando reticencias aquellas compras que aún no hemos visto como normales en un mundo que está implantando una normalidad hasta hace años extraña. Hemos pasado de tener que desnudar identidades ante una compra con Visa mientras se deslizaba el papel de calco a solamente necesitar un clic con el que hacer efectiva la misma desde el sillón de casa. Reconozco haber sido uno de los recelosos hasta que el tiempo y la práctica me han ido sacando del error. La sensatez del promotor del comercio electrónico  en cuestión será necesaria para evitar  desconfianzas que impedirían perpetuidad en su mismo negocio. Por eso, a fecha actual, los encargos siguen siendo una forma de relación amistosa, pero esta vez, en vez de hacerlos en las cortas distancias que iban de las ventanas a la acera, lo son desde las mínimas distancias que los teclados potencian.  Mantener o no el recelo sobre las mismas es cuestión de fe. Pero aún recuerdo a quienes se juramentaron a renunciar al teléfono móvil  y hoy lucen terminales que les ofrecen posibilidades de comunicación e incluso de encargar por ellos aquello que desean.  Sea como fuere,  realizar un encargo supone más un acto de amistad que el agradecimiento aplaude y que yo no me voy a negar.

Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario