martes, 23 de junio de 2015


         El dejar de querer

“Ignoro los motivos que impulsan a esta expresión de verbos parejos. Puede que la monotonía, el gris de la existencia, las heridas del sinsabor, la decepción, en suma continua acaben provocando esa deriva a la rada de la costa acantilada de arrecifes traicioneros que es el desencanto. Y una vez anclado en el mismo, volver a la travesía de la aventura lleva lastres de áncoras eslabonadas de recuerdos. Por eso, creo yo, imagino, supongo, que aquellos seres capaces de aceptar el reto del futuro desde otra bitácora, son los auténticos paladines vencedores del derrotismo de la mayoría. Nuevamente el miedo a lo desconocido encarcela a la osadía y el refugio de paredes ajadas sale victorioso. Y eso se nota, se percibe, se palpa. La sonrisa fingida camafea  de falsedades el rostro de quien la expone como máscara de baile carnavalesco. Quizás la ayuda que proporciona el intuir las falsedades ajenas o llegar a percibirlas en forma de reproches punzantes colaboren a tal afirmación. Entonces es cuando se sueltan los cuervos que nacieron palomas para que ennegrezcan el cielo otrora protector y ahora tormentoso. El cómo se llega a tal deterioro se me escapa, pero lo que sí me consta es la perdurabilidad de la semilla capaz de volver a fructificar en una nueva cosecha aún por sembrar. Lo he visto, y doy fe. Sin llegar a la intromisión indiscreta que toda pregunta encierra, he percibido el brote de la ilusión encenizada. Gente a la que se le suponía muerta en vida se han mutado en aves fénix ante la más insignificante brisa que logró atizar sus escasas pavisas y flamear pasiones. Ya nada ni nadie podrán detener ese fuego que reencarnó a quien vegetaba en el páramo. Ni nadie podrá impedir que esa noche de San Juan fuera de fecha  conjure el aquelarre al que se verá sometido y del que saldrá dichoso. Su nuevo ciclo nació y con él la marea se hizo cómplice. Las anclas se izaron pos sí solas y el timón puso rumbo al maravilloso mundo del desconocimiento por conocer que supone la ilusión. Las cartas de navegación que dormían en el camarote  ahora manejan sextantes desde el puente de mando con el viento de popa. Creerán, al fin, haber descubierto la ruta hacia la isla del tesoro que tanto buscaron y que llegaron a dar por falsa llevados por los remos de la desilusión. Y al ordenar su propio rumbo descifrarán el jeroglífico que les hizo ver, creer, comulgar, asumir, que se amaban y, en realidad, sólo se querían y se soñaban amados”. Cerró la luz que hasta altas horas le fue acompañando y dio por concluido el discurso que le propusieron dar y que gustoso aceptó. En su sueño, sus propias palabras aparecieron como fiscales severos de su propia existencia. Alzó la vista y un nuevo amanecer se le ofrecía. Esta vez, le resultó más gris que de costumbre. 
 
Jesús(defrijan)

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