viernes, 12 de junio de 2015


Los drones
Magníficos artilugios que surcan los aires a modo de pájaros mecánicos movidos a voluntad del piloto dueño que los maneja desde tierra.  Contribuyen a realizar el sueño humano de volar que ya Leonardo da Vinci creía posible en sus experimentos florentinos. Y a fe que dan resultado. Se han convertido en los ojos de halcón para saciar toda curiosidad que sólo desde el cielo es posible llevar a cabo. Estas golondrinas artificiales van y vienen a voluntad que,  en base a sus reservas energéticas,  prolongarán más o menos la duración del vuelo. Y para dar testimonio de todo ello, una cámara digital a modo de Gran Hermano, grabará todo lo que sea menester. Y aquí el quid de la cuestión se plantea a la hora de regular su uso, como siempre pasa.  ¿A quién pertenecen las imágenes tomadas desde la tercera dimensión? ¿Al  protagonista ignorante de la película o al director de la misma? Ahora llegará el turno de los legisladores que darán paso a todo aquello que debatan como nueva  ley para preservar intimidades, derechos de imagen….. Al final el pulso entre el morbo fisgón del voyeur y el derecho a la privacidad pugnarán por ganar la partida. No hace mucho tiempo, o quizás sí, una cámara se dedicaba a grabar localizaciones para un uso posterior en la navegación terrestre que ayudaría al conductor despistado. Allí aparecían rostros difuminados ocupando espacios inmóviles a modo de referencia. En más de una ocasión ese juego curioso de adivinar quién era quién le daba un toque divertido si alguna silueta conocida surgía como pista. Y entonces aplaudías el hecho de haber pasado a la inmortalidad de los píxeles a aquellos que no sabían de ello. Pues todo aquello, con la llegada de los drones, asciende  imitando a Isaías y se sitúa a ojos vista. Se acabaron las plácidas siestas al sol de la playa ligeros de ropa ante el miedo a ser sacadas a la luz de la curiosidad. Se acabaron los recintos custodiados por muros elevados que ejercieron de cajas fuertes de nosotros mismos. Se acabaron las charlas divertidas a riesgo de ser grabadas o manipuladas desde las alturas. O sencillamente se acabaron los miedos a todo lo anterior y que cada quien se siga manifestando como le dé la gana. Quiero pensar que el mayor de los miedos lo tendrán aquellos que comprueben que nos da lo mismo si graban o si no. El derecho a actuar con libertad no se nos puede coartar por el temor a ser reprendidos por quienes no actúan de modo natural y buscan nuestro sonrojo.   De cualquier modo, a modo de aviso, avísenme si se sitúan en mi vertical y verticalmente les saludaré dedicando una sonrisa. Si estoy vestido o desnudo, bailando o leyendo, riendo o llorando, será lo de menos, se lo aseguro.       


Jesús(defrijan)f

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