El corralito
Diminutivo de corral que en vez de retrotraernos a la
infancia genera una desazón difícil de entender. Creo que consiste en impedir
que los ahorradores saquen de su cuenta el dinero que quieran para así evitar
la quiebra del banco depositario de las mismas. Me parece que el origen de tal
definición proviene de Argentina que tuvo que soportar altos grados de
corrupción política y verse abocada la población a tan perniciosos efectos, de
los cuales sobrevivieron como siempre sucede. Porque en definitiva se trata de
eso, de sobrevivir o mejor de vivir sobre. Sobre las restricciones, los abusos,
las sogas en el cuello de los de a pie…Las altas jerarquías europeas no se
palpan el de sus camisas ante la
posibilidad de que la Grecia inventora de la democracia rememore sus orígenes y
busque un plebiscito para optar por el yugo o por la dignidad. Estas altas
instancias tiemblan ante la posibilidad de un nuevo portazo en sus narices
avaras que exudan deflaciones y no tienen suficiente. La salida de este corral
de comedias en el que los papeles se han adjudicado desde la desigualdad se les plantea como el
mayor de los desastres a aquellos tribunos que no conciben su existencia desde
otro púlpito inferior. Aquí me vienen a
la memoria aquellos anuncios tan graciosos de los piensos de antaño. El Sanders
que garantizaba un engorde fabuloso al cerdo en cuestión cobra vigencia aunque
su saco de papel haya sido sustituido por movimientos bursátiles para hinchar
sus barrigas. O el Biona que apostaba por un corralito feliz en el que todas
las especies de la granja conviviesen a la espera de su final insospechado y
predecible. Y mientras llega el momento,
el hedor de las heces especulativas intentando ser disimulado por aquellos que
las originaron. Si tanto les diese la presencia o no de determinados animalitos
en su granja no deberían estar
preocupados por la decisión de salir de la misma o saltar la valla de los que
se consideran maltratados. A ver si lo que temen es precisamente la desbandada
general que les impediría seguir encumbrados y por eso tiemblan ante tal
posibilidad. De cualquier forma la
apuesta está clara y el miedo por una de las partes hace tiempo que
desapareció. Las mordazas que anteriores súbditos calzaron ya no les sirven y vuelven
a escuchar a Paco Ibáñez desde el Olimpia ( qué casualidad) de la justicia su famosa versión de aquel poema de José
Agustín Goytisolo que soñaba un mundo al revés. Esta vez el cuento tendrá el
final que se merece, sin duda.
Jesús(defrijan)
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