lunes, 22 de junio de 2015

de "Cara a cara"


El gato de Garcilaso

En Toledo hubo una vez en que a mis manos llegó el relato de la existencia de un gato callejero, mundano y libre que pasaba sus horas deambulando de rincón soleado a portal entreabierto. Su día a día lo escribía entre renglones de subsistencia sin plantearse jamás un peldaño más alto en su condición animal.

Pero la venturosa jornada  en la que sus pisadas cruzaron del embarcadero del Tajo  a Zocodover  oyó  recitar en el solaz de la Vega el más hermoso manifiesto de amor que nunca hubiese imaginado. Hablaba de cómo el gesto de la amada se escribió en el  alma del vate y de cómo la vida sin ser compartida con ella carecía de sentido. Hablaba de cómo esclavizarse a la norma mientras nos esclaviza  el deseo. Hablaba de cómo el Amor es el verdadero autor de cualquier verso que le busca como destinatario. Tenía la impronta renacentista que le daba forma al humanismo del literato soldado y caballero. Y en él se hicieron eco   la Sinagoga, la Catedral y el puente de Alcántara prestando luces y sombras a semejante desdichada fortuna.

Así, el felino en cuestión, tomó por norma presentarse todas las noches puntualmente a la cita del soneto, de la lira, de la dicha, de la esperanza, que traspasaban los muros de los recios edificios y  llenaba de plata el cielo toledano. Memorizó poemas y en su camino de regreso, el ritmo de su recitado, tamborileaba los adoquines de las empinadas callejuelas.

Cierto día aciago, y tras varias e innumerables jornadas de espera,  llegó la noticia del luctuoso fin terrenal de aquél que puso sello a lo más sublime. La congoja se apoderó de él y vagó perdido, desorientado, más callejero que nunca, tan disperso como siempre. Aquel que le sirvió de guía y modelo se dejó guiar por la desesperanza de no alcanzar la dicha deseada. Se llevó a morir como soldado mientras renacía a la Eternidad como poeta.

Hasta que resolvió enmudecer a las penas y  él, gato callejero, él que nunca tuvo líricas inquietudes, decidió imitar a quien logró transportarlo a las emociones dormidas.

Dice aquellos que rondan  en la noche por las inmediaciones de San Pedro Mártir, prestando atención cuando el silencio vence al ruido, cuando el Tajo perfila su melodía, escuchan el recitar maullado de un nuevo soneto. 

Mientras, desde el interior de la capilla, un gesto de aprobación emerge de entre las sombras.

 Jesús(defrijan)

 

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