miércoles, 17 de junio de 2015


El enfado

Ese estado de ánimo que nos cambia el rictus y eriza los poros cada vez que algo inesperado nos perturba. Y casi siempre lo hace después de haber estirado la cuerda del aguante tanto como pudimos para impedir su rotura. Una vez que el horizonte del Colmo se empieza  a vislumbrar, el Enfado calienta motores y se dispone a salir del garaje en  el que dormía plácidamente. Y no será porque no ha tenido motivos para iniciar la ruta. Desde trabas administrativas hasta falsas esperanzas que no van cumpliendo, desde traiciones inesperadas hasta decepciones sorprendentes. Todo ha ido contribuyendo a su despertar por más que su siesta creamos eterna. Los ojos se alargan, la frente se arruga, la cabeza se inclina y el volcán interior está a punto de entrar en erupción para soltar toda la lava incandescente. Puede que los receptores del Enfado no acaben de entender tal reacción y piensen que es producto de una mala noche previa o de alguna minucia a la que no dar importancia. No, no, esa rabieta infantil ya duerme en el baúl de los años. Se trata de hacerles entender que el mojón que acaba de colocarse en la cuneta de tu carretera marca un punto kilométrico llamado Hartazgo. Y de nada servirán rectificaciones posteriores. Esos mojones se afianzan a modo de columnas corintias con hojas de acanto llamadas repudio y sustentan  a la cornisa que se creía inmune. Por eso lo mejor que podemos hacer ante esa posibilidad es medir la tensión que provocamos en quien estiramos. No servirá intentar unir lo que se haya deshilachado si hemos traspasado el límite. O bien el perdón vendrá desde la caridad sin convencimiento o bien no llegará de ningún modo. En ambos casos será inútil  el intento de anular lo ya dicho o hecho. El libre albedrío dicta a veces desde el impulso y quizá necesita de las bridas de la contención, por más deseos de picar espuelas que tengamos. Y que nadie piense que esto es un alegato al viento tan inservible como quejumbroso. Una vez traspasada la frontera, el Enfado se torna en cariátide de bronce inmune al perdón. Desde este mismo instante, empiezo a hacer limpieza e intento amasar  mi paciencia para no darme  la razón al releer lo anterior. De cualquier forma, será imposible  modificar las señales si aparece de nuevo, y quien mire bien, las observará. Ya depende de él actuar de un modo u otro.

 

Jesús(defrijan)

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